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cincuenta-sombras-liberadas-libro-3

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fuera que va tras él: primero lo de Charlie Tango, después el incendio en la oficina y ahora la persecución del<br />

coche. Me tapo la boca con la mano cuando se me escapa un sollozo involuntario. Dejo el ordenador y me<br />

levanto de un salto para ir a buscarle, no para enfrentarme con él, sino para comprobar que está bien.<br />

Sin molestarme en llamar, irrumpo en su estudio. Christian está sentado en el escritorio y hablando por<br />

teléfono. Alza la vista con una irritación sorprendida, pero el enfado desaparece cuando ve que soy yo.<br />

—¿Y no se puede mejorar más la imagen? —dice sin abandonar su conversación telefónica, aunque no<br />

aparta los ojos de mí. Sin dudarlo, rodeo el escritorio y él se gira en su silla para quedar frente a mí con el<br />

ceño fruncido. Veo claramente que está pensando «¿Qué querrá?». Cuando me encaramo a su regazo, arquea<br />

ambas cejas por la sorpresa. Le rodeo el cuello con los brazos y me acurruco contra su cuerpo. Con mucho<br />

cuidado me rodea con un brazo.<br />

—Mmm… Sí, Barney. ¿Puedes esperar un momento? —Tapa el teléfono con el hombro.<br />

—Ana, ¿qué pasa?<br />

Niego con la cabeza. Me coge la barbilla y me mira a los ojos. Yo hago que me suelte y escondo la cara<br />

bajo su barbilla, acurrucándome todavía más. Perplejo, aprieta un poco más el brazo que me rodea y me besa<br />

en el pelo.<br />

—Ya he vuelto, Barney, ¿qué me estabas diciendo? —continúa sujetando el teléfono entre la oreja y el<br />

hombro para poder pulsar con la mano libre una tecla del portátil.<br />

La imagen de una cámara de seguridad en blanco y negro y con mucho grano aparece en la pantalla. Se ve<br />

a un hombre con el pelo oscuro y un mono de trabajo de color claro. Christian pulsa otra tecla y la cámara se<br />

acerca al hombre, pero tiene la cabeza agachada. Cuando está más cerca de la cámara, Christian congela la<br />

imagen. Está de pie en una habitación blanca con lo que parece una larga hilera de armarios altos y negros a<br />

su izquierda. Debe de ser la sala del servidor de las oficinas de Christian.<br />

—Una vez más, Barney.<br />

La pantalla cobra vida. Aparece un cuadrado sobre la cabeza del hombre con el tiempo de metraje de la<br />

cámara y de repente la imagen se acerca con un zoom. Me incorporo para sentarme, fascinada.<br />

—¿Es Barney el que hace eso? —le pregunto en voz baja.<br />

—Sí —responde Christian—. ¿Puedes enfocar un poco mejor la imagen? —le pide a Barney.<br />

La imagen se torna borrosa y después vuelve a enfocarse un poco mejor de forma que se ve con más<br />

claridad al hombre que mira hacia abajo a propósito para evitar la cámara. Mientras le observo, un escalofrío<br />

me recorre la espalda. La línea de la mandíbula me resulta familiar. Tiene el pelo corto y desaliñado y un<br />

aspecto raro y descuidado… Pero en la imagen mejor enfocada puedo ver un pendiente, un aro pequeño.<br />

¡Dios santo! Yo sé quién es.<br />

—Christian —le susurro—. ¡Es Jack Hyde!

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