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cincuenta-sombras-liberadas-libro-3

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puesto el chándal. Por un momento mi mente vuelve al Heathman Hotel, la primera vez que me desperté a su<br />

lado. La sudadera gris está húmeda por el sudor. O ha estado entrenando en el gimnasio del sótano o ha<br />

salido a correr. No debería estar tan guapo después de hacer ejercicio.<br />

—Me voy a dar una ducha —murmura y desaparece en el baño.<br />

Frunzo el ceño. Sigue estando distante. O está distraído pensando en todo lo que ha pasado o sigue furioso<br />

o… ¿qué? Me siento, cojo el zumo de naranja y me lo bebo demasiado rápido. Está delicioso, frío y mejora<br />

mucho la sensación de mi boca. Salgo de la cama, ansiosa por reducir la distancia, real y metafórica, entre mi<br />

marido y yo. Echo un vistazo al despertador. Son las ocho. Me quito la camiseta de Christian y le sigo al<br />

baño. Está en la ducha, lavándose el pelo, y yo no lo dudo un segundo y me meto con él. Se pone tenso un<br />

momento cuando le abrazo desde detrás, pegándome contra su espalda musculosa y mojada. Ignoro su<br />

reacción y le aprieto con fuerza apoyando la mejilla contra su piel a la vez que cierro los ojos. Después de un<br />

instante se mueve un poco para que los dos quedemos bajo la cascada de agua caliente y sigue lavándose el<br />

pelo. Dejo que caiga el agua sobre mí mientras abrazo al hombre que quiero. Pienso en todas las veces que<br />

me ha follado y las veces en que me ha hecho el amor aquí. Frunzo el ceño. Nunca ha estado tan callado.<br />

Giro la cabeza y empiezo a darle besos en la espalda. Noto que su cuerpo se tensa otra vez.<br />

—Ana… —dice y suena a advertencia.<br />

—Mmm…<br />

Mis manos bajan lentamente por su estómago plano en dirección a su vientre. Él me coge las dos manos<br />

con las suyas y me obliga a detenerme mientras niega con la cabeza.<br />

—No —dice.<br />

Le suelto inmediatamente. ¿Me está diciendo que no? Mi mente se desploma en caída libre. ¿Había<br />

ocurrido esto alguna vez antes? Mi subconsciente niega con la cabeza, frunce los labios y me mira por encima<br />

de las gafas de media luna con una mirada que dice: Ahora sí que lo has jodido del todo. Siento como si me<br />

hubiera dado una bofetada fuerte. Me ha rechazado. Y toda una vida de inseguridades desembocan en una<br />

idea horrible: ya no me desea. Doy un respingo cuando siento la punzada de dolor. Christian se gira y me<br />

alivia ver que no es totalmente indiferente a mis encantos. Me coge la barbilla, me echa la cabeza hacia atrás y<br />

me encuentro mirando sus ojos grises y cautelosos.<br />

—Todavía estoy muy furioso contigo —me dice con la voz baja y seria. ¡Mierda! Se inclina, apoya su<br />

frente contra la mía y cierra los ojos. Yo levanto las manos y le acaricio la cara.<br />

—No te pongas así, por favor. Creo que estás exagerando —le susurro.<br />

Se yergue y palidece. Mi mano cae junto a mi costado.<br />

—¿Que estoy exagerando? —exclama—. ¡Un puto lunático ha entrado en mi piso para secuestrar a mi<br />

mujer y tú me dices que estoy exagerando! —La amenaza parcial de su voz es aterradora y sus ojos me<br />

abrasan al mirarme como si yo fuera el puto lunático del que hablaba.<br />

—No… Eh… No era eso lo que quería decir. Creía que estabas enfadado porque me quedé a tomar las<br />

copas en el bar.<br />

Cierra los ojos una vez más como si no pudiera soportar el dolor y niega con la cabeza.<br />

—Christian, yo no estaba aquí —le digo intentando apaciguarle y tranquilizarle.<br />

—Lo sé —susurra y abre los ojos—. Y todo porque no eres capaz de hacer caso a una simple petición,

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