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cincuenta-sombras-liberadas-libro-3

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—Lo que ella hizo, cariño… Los hijos tienen ese efecto: hacen que veas el mundo con una luz diferente.<br />

—Ella por fin captó el mensaje… Y yo también… Le había hecho daño a Ana —susurra.<br />

—Siempre le hacemos daño a la gente que queremos, cariño. Tendrás que decirle que lo sientes. Decirlo de<br />

verdad y darle tiempo.<br />

—Me dijo que me iba a dejar.<br />

No. No. ¡No!<br />

—¿Y la creíste?<br />

—Al principio, sí.<br />

—Cariño, siempre te crees lo peor de todo el mundo, especialmente de ti mismo. Siempre lo has hecho.<br />

Ana te quiere mucho, y es obvio que tú la quieres a ella.<br />

—Estaba furiosa conmigo.<br />

—Seguro. Yo también estoy furiosa contigo ahora mismo. Creo que solo se puede estar realmente furioso<br />

con alguien cuando le quieres mucho.<br />

—Estuve dándole vueltas, y me di cuenta de que ella me ha demostrado una y otra vez cuánto me quiere…<br />

hasta el punto de poner su propia vida en peligro.<br />

—Sí, así es, cariño.<br />

—Oh, mamá, ¿por qué no se despierta? —Se le quiebra la voz—. He estado a punto de perderla.<br />

¡Christian! Oigo sollozos ahogados. No…<br />

Oh… La oscuridad vuelve a cerrarse sobre mí. No…<br />

—Han hecho falta veinticuatro años para que me dejes abrazarte así…<br />

—Lo sé, mamá. Me alegro de que hayamos hablado.<br />

—Yo también, cariño. Siempre estaré aquí. No me puedo creer que vaya a ser abuela.<br />

¡Abuela!<br />

La dulce inconsciencia me llama…<br />

Mmm. Su principio de barba me araña suavemente el dorso de la mano y noto que me aprieta los dedos.<br />

—Oh, nena, por favor, vuelve conmigo. Lo siento. Lo siento todo. Despierta. Te echo de menos. Te<br />

quiero…<br />

Lo intento. Lo intento. Quiero verle, pero mi cuerpo no me obedece y vuelvo a dormirme.<br />

Siento la urgente necesidad de hacer pis. Abro los ojos. Estoy en el ambiente limpio y estéril de la habitación<br />

de un hospital. Está oscuro excepto por una luz de emergencia. Todo está en silencio. Me duelen la cabeza y<br />

el pecho, pero sobre todo noto la vejiga a punto de estallar. Necesito hacer pis. Pruebo a mover las<br />

extremidades. Me escuece el brazo derecho y veo que tengo una vía puesta en la parte interior del codo.<br />

Cierro los ojos. Giro la cabeza, contenta de que responda a mis órdenes, y vuelvo a abrir los ojos de nuevo.<br />

Christian está dormido sentado a mi lado y reclinado sobre la cama, con la cabeza apoyada en los brazos<br />

cruzados. Estiro el brazo, agradecida una vez más de que el cuerpo me responda, y le acaricio el pelo suave<br />

con los dedos.

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