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cincuenta-sombras-liberadas-libro-3

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—Suena muy filantrópico. ¿Le apasiona la idea de alimentar a los pobres del mundo? —Me mira con una<br />

expresión curiosa, como si yo fuera un enigma que tiene que resolver, pero no hay forma de que esos grandes<br />

ojos azules puedan ver mi alma oscura. Eso no es algo que esté abierto a discusión pública. Nunca.<br />

—Es un buen negocio. —Me encojo de hombros fingiendo aburrimiento y me imagino follándole la boca<br />

para distraerme de esos pensamientos sobre el hambre. Sí, esa boca necesita entrenamiento. Vaya, eso me<br />

resulta atractivo y me permito imaginarla de rodillas delante de mí.<br />

—¿Tiene una filosofía? Y si la tiene, ¿en qué consiste? —Vuelve a leer como un papagayo.<br />

—No tengo una filosofía como tal. Quizá un principio que me guía… de Carnegie: «Un hombre que<br />

consigue adueñarse absolutamente de su mente puede adueñarse de cualquier otra cosa para la que esté<br />

legalmente autorizado». Soy muy peculiar, muy tenaz. Me gusta el control… de mí mismo y de los que me<br />

rodean.<br />

—Entonces quiere poseer cosas… —Sus ojos se abren mucho.<br />

Sí, nena. A ti, para empezar…<br />

—Quiero merecer poseerlas, pero sí, en el fondo es eso.<br />

—Parece usted el paradigma del consumidor. —Su voz tiene un tono de desaprobación que me molesta.<br />

Parece una niña rica que ha tenido todo lo que ha querido, pero cuando me fijo en su ropa me doy cuenta de<br />

que no es así (va vestida de grandes almacenes, Old Navy o Walmart seguramente). No ha crecido en un<br />

hogar acomodado.<br />

Yo podría cuidarte y ocuparme de ti.<br />

Mierda, ¿de dónde coño ha salido eso? Aunque, ahora que lo pienso, necesito una nueva sumisa. Han<br />

pasado, ¿qué? ¿Dos meses desde Susannah? Y aquí estoy, babeando de nuevo por una mujer castaña. Intento<br />

sonreír y demostrar que estoy de acuerdo con ella. No hay nada malo en el consumo; eso es lo que mueve lo<br />

que queda de la economía americana.<br />

—Fue un niño adoptado. ¿Hasta qué punto cree que ha influido en su manera de ser?<br />

¿Y eso qué narices tiene que ver con el precio del petróleo? La miro con el ceño fruncido. Qué pregunta<br />

más ridícula. Si hubiera permanecido con la puta adicta al crack probablemente ahora estaría muerto. Le<br />

respondo con algo que no es una verdadera respuesta, intentando mantener mi voz serena, pero insiste<br />

preguntándome a qué edad me adoptaron. ¡Haz que se calle de una vez, Grey!<br />

—Todo el mundo lo sabe, señorita Steele. —Mi voz es gélida. Debería saber todas esas tonterías. Ahora<br />

parece arrepentida. Bien.<br />

—Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo.<br />

—Eso no es una pregunta —respondo.<br />

Vuelve a sonrojarse y se muerde el labio. Pide perdón y rectifica.<br />

—¿Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo?<br />

¿Y para qué querría tener una familia?<br />

—Tengo familia. Un hermano, una hermana y unos padres que me quieren. No me interesa ampliar la<br />

familia.<br />

—¿Es usted gay, señor Grey?<br />

¡Pero qué coño…! ¡No me puedo creer que haya llegado a decir eso en voz alta! La pregunta que mi

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