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06. En la Arena Estelar

En la arena estelar, publicada por primera vez en 1951, con el título original de The Stars, Like Dust (Las estrellas, como polvo) es una novela de ciencia ficción de Isaac Asimov. Su título alude al polvo interestelar que impide la visión de las estrellas en la Nebulosa Cabeza de Caballo, región de la Vía Láctea donde tiene lugar la mayor parte de la historia.

En la arena estelar, publicada por primera vez en 1951, con el título original de The Stars, Like Dust (Las estrellas, como polvo) es una novela de ciencia ficción de Isaac Asimov. Su título alude al polvo interestelar que impide la visión de las estrellas en la Nebulosa Cabeza de Caballo, región de la Vía Láctea donde tiene lugar la mayor parte de la historia.

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—Haré tal como me dice, Jonti —dec<strong>la</strong>ró.<br />

Sander Jonti se detuvo en los escalones de acceso al dormitorio de <strong>la</strong><br />

universidad y <strong>la</strong>nzó una rápida ojeada. No había ciertamente admiración en su mirada.<br />

Mientras descendía al camino en<strong>la</strong>dril<strong>la</strong>do que serpenteaba con escasa<br />

elegancia a través de <strong>la</strong> atmósfera seudorrústica que asumían desde <strong>la</strong> antigüedad<br />

todos los ambientes universitarios, podía ver enfrente el resp<strong>la</strong>ndor de <strong>la</strong>s luces de <strong>la</strong><br />

única calle importante de <strong>la</strong> ciudad. Más allá, ahogado durante el día, pero visible<br />

ahora, se percibía el eterno azul radiactivo del horizonte, mudo testigo de guerras<br />

prehistóricas.<br />

Jonti contempló durante un momento el cielo. Habían pasado más de cincuenta<br />

años desde que los tyrannios vinieron para poner abrupto término a <strong>la</strong>s vidas<br />

separadas de dos docenas de unidades políticas distantes y pendencieras en <strong>la</strong>s<br />

profundidades, más allá de <strong>la</strong> Nebulosa. Ahora, de improviso y prematuramente,<br />

pesaba sobre el<strong>la</strong>s <strong>la</strong> paz de <strong>la</strong> estrangu<strong>la</strong>ción.<br />

La tempestad que <strong>la</strong>s había devastado con un inmenso estallido era algo de lo<br />

que aún no se habían recuperado. No había dejado más que una especie de espasmo<br />

que de vez en cuando agitaba un mundo aquí o allá. Organizar esos espasmos,<br />

sincronizarlos en un impulso oportuno, sería tarea <strong>la</strong>rga y difícil. Jonti llevaba ya<br />

demasiado tiempo en <strong>la</strong> Tierra; era hora de regresar.<br />

Los otros, allá en su patria, probablemente trataban en aquel preciso instante<br />

de entrar en contacto con él.<br />

Apretó el paso.<br />

Captó el haz de luz en cuanto entró en su habitación. Era un haz personal, por<br />

cuya seguridad no sentía todavía temor alguno, y que no presentaba ningún fallo en su<br />

secreto. No se requería un receptor especial; nada de metal y a<strong>la</strong>mbres para captar <strong>la</strong>s<br />

débiles oleadas de electrones que susurraban a través del hiperespacio desde un<br />

mundo que distaba quinientos años luz.<br />

<strong>En</strong> su habitación el espacio mismo estaba po<strong>la</strong>rizado y dispuesto para <strong>la</strong><br />

recepción. Su estructura había dejado de ser fortuita. No había manera de detectar tal<br />

po<strong>la</strong>rización, excepto por medio del receptor. Y en aquel volumen determinado de<br />

espacio sólo su propia mente podía actuar como receptor: puesto que so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong>s<br />

características eléctricas de su propio sistema de célu<strong>la</strong>s nerviosas podían resonar a <strong>la</strong>s<br />

vibraciones del haz luminoso que transportaba el mensaje.<br />

El mensaje era tan privado como <strong>la</strong>s características únicas de sus propias ondas<br />

cerebrales, y en todo el universo, con sus cuatrillones de seres humanos, <strong>la</strong><br />

probabilidad de que se produjese un duplicado lo suficientemente semejante para<br />

permitir que un hombre pudiese captar <strong>la</strong> onda personal de otro era un número de<br />

veinte cifras contra uno.<br />

El cerebro de Jonti se orientaba hacia <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada que se deslizaba a través del<br />

espacio, del vado incomprensible del hiperespacio.<br />

—...l<strong>la</strong>mando..., l<strong>la</strong>mando.... l<strong>la</strong>mando..., l<strong>la</strong>mando...<br />

Emitir no era tan sencillo como recibir. Se requería un dispositivo mecánico<br />

para establecer <strong>la</strong> onda portadora específica que devolvería el contacto hasta más allá<br />

de <strong>la</strong> Nebulosa. Ese dispositivo se encontraba dentro del botón de adorno que llevaba<br />

en el hombro derecho, y se activó automáticamente en cuanto entró en su volumen de<br />

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