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políticas públicas final (web)

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14humanos. No pueden invocar el derecho a la libertad de expresión como escudo ante cualquiercomentario crí co sobre su programación.Si bien el derecho a la libertad de expresión es central y prioritario para cualquier tareacomunicacional, ningún derecho es absoluto y uno de los límites de éste es la posibilidad de quela mayor diversidad de personas pueda ejercer su derecho a la comunicación. Es decir, no puedehaber libertad de expresión –sería mejor decir libertad de prensa- para las empresas de mediossi ésta no incluye, o vulnera, el derecho a la comunicación de las mujeres y de cualquier sujeto o“sujeta” que no se iden fique con las masculinidades hegemónicas .Creemos que éste es el debate que debemos sostener hoy en nuestras sociedadesla noamericanas en torno a los procesos de comunicación y género que débilmente asomandetrás de transformaciones más amplias vinculadas a violencia y/o a medios de comunicación.¿Podemos comenzar a hablar de buenas y malas prác cas vinculadas a la discriminación enlos medios? ¿Las empresas están dispuestas a escuchar crí cas comprendiendo que puedenmejorar la calidad de su programación sin que por eso esté afectada su autonomía? ¿Es posiblecomo sociedad darnos cuenta que la libertad de expresión debe ser inclusiva de toda laciudadanía y no sólo de quienes detentan la propiedad y/o el control de los medios? ¿Puedesometerse la rentabilidad de los medios a la producción de programación de calidad y nodiscriminatoria?Este libro intenta ser un aporte a ese debate, para que en nuestra región se sostenga y nodecaiga el interés, la incidencia, la reflexión y la acción de todos los sectores –academia,gobiernos, sociedad civil, empresas de medios- sobre las polí cas <strong>públicas</strong> de comunicación ygénero que podemos darnos.Entendemos que profundizar este debate nos llevará a puntos de acuerdo y no deenfrentamiento. Porque estamos convencidas de que gran parte de la discriminación que losmedios evidencian ene que ver con la violencia simbólica presente en toda sociedadpatriarcal, una violencia que ni quienes la ejercen ni quienes la reciben perciben como tal,porque la desigualdad de género es parte estructural del imaginario colec vo.Agradecemos a las autoras de cada capítulo, enormes luchadoras en los procesos dedemocra zación de la comunicación en sus países; mujeres que nos ayudaron y seguiránhaciéndolo, a iluminar con las mejores reflexiones el camino de la comunicación y el género.A la Fundación Friedrich Ebert, en especial al Centro de Competencia en Comunicación paraAmérica La na de esa ins tución –y en par cular a María Rigat- Pflaum y Omar Rincón- porapostar a que estas reflexiones enen sen do y que la batalla por la ampliación de los sen dosvale la pena cada día.A la primera Defensora del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual de Argen na,

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