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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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de disimular el hecho de que <strong>Quiroga</strong> se había muerto solo. El afecto dealgunos familiares y amigos, y la representación oficial promovida por algunosde los más fieles, no bastaban para compensar el silencio con que lasnuevas generaciones de entonces rodearon su nombre. Es cierto que dos desus amigos compusieron y publicaron casi de inmediato una emocionadabiografía, llena de valiosos datos y confidencias, aunque horriblementenovelada, la Vida y obra de <strong>Horacio</strong> <strong>Quiroga</strong>, de Alberto J. Brignole y JoséMaría Delgado (Montevideo, 1939); es notorio que hasta los diarios sequejaron del silencio y la soledad. Pero las nuevas generaciones estaban devuelta de <strong>Quiroga</strong> y se lo hicieron saber en la forma más delicada posible:dejando caer en el olvido su nombre o anteponiéndole reservas como lasque explicitó la revista argentina Sur en una nota con que acompañabalas emotivas palabras de Martínez Estrada junto a la tumba del amigo, elhermano mayor: “Un criterio diferente del arte de escribir y el caráctergeneral de las preocupaciones que creemos imprescindibles para la nutriciónde ese arte nos separaban del excelente cuentista que acaba de moriren un hospital de Buenos Aires”. La reserva y la reticencia crítica de esaspalabras de 1937 son ejemplares. No corresponde censurarlas ahora yaque expresan lealmente una discrepancia de orden estético. Pero su valorcomo índice de una cotización de la época sí merece ser subrayado. Son elmejor epitafio de la literatura triunfante entonces: epitafio para <strong>Quiroga</strong>en 1937; epitafio para ella misma ahora. Porque los años que han transcurridodesde la muerte de <strong>Quiroga</strong> han cambiado la estimativa. Ahora es lavanguardia de Sur la que parece retaguardia (clasicismo, academismo) y elarte de <strong>Quiroga</strong>, despojado por el tiempo de sus debilidades, reducido alo esencial de sus mejores cuentos, parece más vivo que nunca. Ahora es élquien despierta en ambas márgenes del Plata y en todo el ámbito hispánicoel interés y la pasión de los nuevos escritores. Sus obras son reeditadasinfatigablemente, su obra es estudiada por eruditos y por creadores; se lerelee, se le discute apasionadamente, se le imita. Es el clásico más vivo deesa literatura que cubre el fin de siglo rioplatense y que tiene sus puntos másaltos en Sánchez, en Lugones, en Rodó, en Herrera y Reissig, en MacedonioFernández, en Carriego, en Delmira Agustini. De todos ellos, <strong>Quiroga</strong> es elúnico que sigue pareciendo nuestro contemporáneo.cuentos

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