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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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Casi todo mi pensar actual al respecto proviene de un gran desengaño. Yohabía entendido que yo era aquí muy simpático a los peones por mi trabajar ala par de los tales siendo un sahib. No hay tal. Lo averigüé un día que estandoyo con la azada o el pico, me dijo un peón que entraba: “Deje ese trabajo paralos peones, patrón...”. Hace pocos días, desde una cuadrilla que pasaba acortar yerba, se me gritó, estando yo en las mismas actividades: “¿No necesitapersonal, patrón?”. Ambas cosas con sorna. Yo robo, pues, el trabajo a lospeones. Y no tengo derecho a trabajar; ellos son los únicos capacitados. Sonprofesionales, usufructuadores exclusivos de un dogma.En la misma carta, y después de arremeter contra la posición comunistaque buscaba entonces reunir en un Frente Popular a todas las fuerzasantifascistas, concluye <strong>Quiroga</strong>: “Han convertido el trabajo manual en castaaristocrática que quiere apoderarse del gran negocio del Estado. Perorespetar el trabajo, amarlo sobre todo, minga. El único trabajador que loama, es el aficionado. Y éste roba a los otros. Como bien ve, un solitario yvaleroso anarquista no puede escribir por la cuenta de Stalin y Cía.”. Tal erasu posición final, la de sus últimos años, cuando algunos amigos comunistasquerían inclinarlo hacia su campo y hasta buscaban tentarlo con la idea deun viaje a Rusia. Pero ya <strong>Quiroga</strong> había descubierto la naturaleza amenazadorade una doctrina de carácter dogmático. De aquí que se negara a todaadhesión y conservase, en su vida como en sus cuentos, una posición de desafianteindividualismo. Por eso, aunque no soslaya el problema social delmundo misionero que lo rodea, lo presenta en sus términos humanos, noen forma doctrinaria. El solitario y valeroso anarquista se planteó el tema dela explotación del hombre por el hombre en los únicos términos que podíaaceptar: los del conflicto individual de cada uno con su medio, sea naturalo social. Esa era su visión y allí se radicaba su mayor virtud: la sinceridad.O como dejó dicho en uno de sus cuentos (“Miss Dorothy Phillips, miesposa”, febrero 14, 1919): “...la divina condición que es primera en lasobras de arte, como en las cartas de amor: la sinceridad, que es la verdadde expresión interna y externa”. Esa sinceridad le hizo mostrar con pasiónpero con objetividad el mundo de la selva y el mundo de los hombres.Es claro que también hay crueldad en sus cuentos. Incluso hay relatosde esplendorosa crueldad. Hay relatos de horror. Quizá el más típico seacuentosXXVIII

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