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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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La cámara oscuraUna noche de lluvia nos llegó al bar de las ruinas la noticia de que nuestrojuez de paz, de viaje en Buenos Aires, había sido víctima del cuento deltío y regresaba muy enfermo.Ambas noticias nos sorprendieron, porque jamás pisó Misiones mozomás desconfiado que nuestro juez, y nunca habíamos tomado en serio suenfermedad: asma, y para su frecuente dolor de muelas, cognac en buches,que no devolvía. ¿<strong>Cuentos</strong> del tío a él? Había que verlo.Ya conté en la historia del medio litro de alcohol carburado que bebierondon Juan Brown y su socio Rivet, el incidente de naipes en que actuóel juez de paz.Llamábase este funcionario Malaquías Sotelo. Era un indio de bajaestatura y cuello muy corto que parecía sentir resistencia en la nuca paraenderezar la cabeza. Tenía fuerte mandíbula y la frente tan baja que el pelocorto y rígido como alambre le arrancaba en línea azul a dos dedos de lascejas espesas. Bajo éstas, dos ojillos hundidos que miraban con eterna desconfianza,sobre todo cuando el asma los anegaba de angustia. Sus ojos sevolvían entonces a uno y otro lado con jadeante recelo de animal acorralado–y uno evitaba con gusto mirarlo en tales casos.Fuera de esta manifestación de su alma indígena, era un muchachoincapaz de malgastar un centavo en lo que fuere, y lleno de voluntad.Había sido desde muchacho soldado de policía en la campaña de Corrientes.La ola de desasosiego que como un viento norte sopla sobre eldestino de los individuos en los países extremos, lo empujó a abandonar decuentos272

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