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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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Else vio otra vez asomar en la puerta los hocicos de las bestias que volvíana un asalto final”.También en “Un peón” se produce el mismo salto del humor juguetóny hasta satírico, al golpe de efecto, cruel y absurdo como la vida misma, conque culmina la aventura: esas botas vacías y colgadas de un árbol en que sefue secando el cadáver del protagonista. Aunque en este cuento sean másdelicados que en el otro, menos violentos, los contrastes, y toda la narraciónaparezca envuelta en luz más cálida hasta su horrible culminación. Elrescate por el humor, esa mezcla de espanto y risa macabra, es otro signode la objetividad del arte de <strong>Quiroga</strong>, de su visión adulta y descarnada dela vida.Y si se pasa de la obra al hombre –como se ha hecho ya insensiblementea lo largo de este prólogo– toda la documentación hasta ahora conocidano hace sino apoyar este punto de vista. Él mismo lo señaló en uno de suscuentos, “Un recuerdo” (abril 26, 1929): “Aunque mucho menos de lo queel lector supone, cuenta el escritor su propia vida en la obra de sus protagonistas,y es lo cierto que del tono general de una serie de libros, de una ciertaatmósfera fija o imperante sobre todos los relatos a pesar de su diversidad,pueden deducirse modalidades de carácter y hábitos de vida que denuncianen este o aquel personaje la personalidad tenaz del autor”.La obra de <strong>Quiroga</strong> está enraizada en su vida, como se ha visto en lasegunda parte de este prólogo. No es casual que la casi totalidad de susmejores cuentos procedan de su propia experiencia (como autor, como testigo,como personaje) o se ambienten en el territorio al que entregó sus mejoresaños. Esta vinculación tan estrecha, en vez de acentuar el subjetivismode la obra (aislándola dentro de la experiencia incomunicable del autor),contribuye a asentarla poderosamente en la realidad: es decir, a objetivarla.Las mismas antítesis que revela el examen de la obra se repiten al examinarla vida y el carácter de este narrador. También fue acusado <strong>Quiroga</strong> de indiferenciay hasta de crueldad; también es posible sostener que era tiernoy era, esencialmente, fiel. Una de las personas que lo conocieron mejor,Martínez Estrada, ha dicho en su tributo fúnebre: “Su ternura, acentuadaen los últimos tiempos hasta un grado de hiperestesia chopiniana, no teníasin embargo ningún matiz de flaqueza o sensiblería de conservatorio”. Y encuentosXXXII

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