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- Page 59 and 60: pertados a sazón:—En cuanto al p
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- Page 73 and 74: pecho libre lo sentía más alto. N
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- Page 81 and 82: —¿Algo? No, todo.Volvimos a reí
- Page 83 and 84: Y todo era obra de Díaz; me había
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- Page 89 and 90: Sentía que me hablaban.—¡Oiga,
- Page 91 and 92: caución, ¿cómo Ud. dice? ¡No pu
- Page 93 and 94: tarde pudo salir al jardín apoyada
- Page 95 and 96: —Parecen picaduras -murmuró la s
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Entretanto, el oriente comenzaba a
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Los fox-terriers volvieron al paso
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mal humor.Los perros lo acompañaro
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El monte negroCuando los asuntos se
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vieron que acampar sobre el terreno
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Braccamonte y Banker, parados uno a
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llegar hasta la linde del pasto car
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La gallina degolladaTodo el día, s
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normal. Ya no pedían más belleza
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Con estos sentimientos, no hubo ya
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vertical el mueble, con lo cual tri
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El perro rabiosoEl 20 de marzo de e
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provocáronle verdaderas alucinacio
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Recorrí los corredores. No se oía
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esurrección de las locuras.. . . .
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¡Qué grito ha dado! Le erré...
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modo Benincasa quiso honrar su vida
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Pero entre él -Benincasa- y las bo
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Una estación de amorPrimaveraEra e
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de cuerpo; y he aquí que desde el
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—¡Tan pronto, ya! -le dijo la se
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—¡No! Ni me importa, porque aunq
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paterno, y la madre apremiaba este
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María S. de Arrizabalaga.”Era un
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¡Ah, tenía que ser así -clamó e
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—Sí, está un poco débil... Y c
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caer la tarde, y como las fieras qu
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abrió una carta.—¿Noticias? -pr
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A la derivaEl hombre pisó algo bla
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dola de nuevo, la llevó velozmente
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El alambre de púaDurante quince d
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nuevo alambrado contuvo a la pareja
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toro. Y ante aquella chata y obstin
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—¿Qué pone?—Alambre de púa..
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Pero a la mañana siguiente, bastan
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Pero de su lomo y de su vientre, pr
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Pasado el ataque, él quedó un rat
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Nuestro primer cigarroNinguna époc
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gozamos horas enteras el orgullo de
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—¡No... ni a mí tampoco! -apoy
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—¡Alfonso! -sonó de pronto la v
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ves que no tiene nada!—¡Ah! -rep
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—Si usted querés venderme... -co
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—¿Cuánto? -preguntó Castelhum
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amontonadas sobre un raigón. Algú
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El solitarioKassim era un hombre en
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llegar a decir a su marido cosas in
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—Dámelo.La bola montó de nuevo
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YaguaíAhora bien, no podía ser si
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de un palo...Cooper prestó la esco
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y pescuezo, no era un perro cualqui
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luna salía entonces, con su amaril
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del Yabebirí ardiendo con la sequ
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Los MensúCayetano Maidana y Esteba
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to si un mensú no estuviera perfec
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Ocupábanse entonces los mensú en
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—Debo veinte pesos todavía... El
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tudinalmente con lianas, llevando e
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Una bofetadaAcosta, mayordomo del M
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logró contenerse y subió, lanzand
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Luego el trabajo en el río, a nado
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no decía una palabra, pero el lát
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La gama ciegaHabía una vez un vena
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hombres en el monte, para ver con m
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—¡Ah, ah! -dijo el hombre, abrie
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Un peónUna tarde, en Misiones, aca
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chaba bien. Me asomé a ver qué pa
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primitivo mal hecho o de afán de t
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quiere, pero que refresca por evapo
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—¡Barbaridade!...—Bueno, dejem
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—¡Me picó!... ¡Víbora negra!
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colmillo, casi dos gramos de veneno
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El trabajado de Olivera quedaba a m
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No objeté nada, y fui a recibir el
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Miss Dorothy Phillips, mi esposaYo
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Los pintores odian el cinematógraf
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llama, ni qué probabilidades tiene
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ción de ministerio no es común po
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Por fin en Nueva York, desde hace c
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el Arizona. No se fíe, si va allá
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como ella a mí un momento antes:
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más o menos bien un amor fingido.
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efusión. Dolly quiere almorzar ma
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—Dése el gusto.—Me lo doy.Nuev
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—Gracias, pero se equivoca.—No.
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—Míreme bien en los ojos... así
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¿Matrimonio, Grant? No es malo. Do
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Pero en el camino me ha observado:
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Y más lento:—Yo le hablé una ve
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—Enseguida.—Bien hecho. Hasta l
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ensenada. Espesan el agua, cobran a
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aron de nuevo la invisible masa del
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agua revuelta en pesado moaré de r
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vez de agua; los cuales cruzaban so
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superior a aquél. Pero cuando la c
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frente muy estrecha en mechones con
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esperar, nada más; esperar a cada
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vencidos del negocio. Cuando conclu
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ah, tanto da.Y escupió. Usted sabe
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manos, runruneó de contento, porqu
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más, el primer alumno de la escuel
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—¡En los bigotes! -dijo con voz
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—¡Devóralo! ¡Es un tigre! ¡To
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querían. En vez de la criatura ino
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al costado de muchas cruces y lápi
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La muerte. En el transcurso de la v
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Y ése es su bananal; y ése es su
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Tacuara-MansiónFrente al rancho de
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un piano, se supo recién entonces
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cuales contaba naturalmente a don J
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tibio debía estar ya blanco de vap
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La cámara oscuraUna noche de lluvi
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con el hilo de talabartero de su ma
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ana, y como si no lo hallara, hinca
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horror.Yo no pensaba ir al cementer
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madera, todo blanqueado. En torno s
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dominio real en el país puede pres
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La proposición era tan razonable,
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vía en la casa. Por las puertas, a
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casa, cuando oyó...—En cambio, l
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portaban a ella y sus hermanas las
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alquitranados servían de bañadera
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—Así es... Y por esto justamente
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solo minuto de vida y llego a tiemp
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—¡Compañeras! No olviden que es
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—¡Somos hermanas! -se apresuró
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—Sí, a ti -repuso mansamente la
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XEl personal del Instituto velaba a
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La súbita oscuridad que siguiera a
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cobra real que avanzaba lentamente
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vengado a su manera. Si logramos sa
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tablillas secas y barreneadas de an
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—De cierto ha muerto anoche... -m
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—Esto es otra cosa; que espere un
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Orgaz ascendió sin prisa el pedreg
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de las sierras escalonadas del Para
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cuadrilátero blanco durante doce h
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El desiertoLa canoa se deslizaba co
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Regresaban por fin a casa, contento
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de sus fuerzas, y jamás lo sobrepa
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A la[s] diez los ceramistas daban p
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una grieta tumefacta y dolorosísim
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desagotar con el achicador habitual
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había hecho olvidar del café de s
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criaturas, sin leche y solas, queda
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Los destiladores de naranjaEl hombr
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Sus inventos, cierto es, no prosper
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en Iviraromí.* * *El manco había
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isas. Paseaban así horas enteras a
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desde la barba a los pies. Pero cua
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nada bueno, tras mes y medio de seq
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El médico hundió de nuevo la cabe
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cuaré. La tormenta venía.Estos ce
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fogón, indiferentes. Les hablamos
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El regreso de AnacondaCuando Anacon
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do el río, desde el sur...A muchas
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—Somos nosotros quienes tenemos m
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flotando en vapores; y lo que fuera
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del agua a flor de ojo, girando en
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¡Al agua! Y ténganlo bien present
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cobertizo de paja, hombre herido y
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del ambiente, los camalotes cedían
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El vampiroSon estas líneas las úl
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Yo apenas recordaba, como he dicho,
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Y con las cruzadas manos siempre ca
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diente ineludible y fatal a que esa
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su servidumbre, hasta llegar a la a
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su cubierto.—¡Oh, no, señor! -m
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arma de caza, la imaginación es el
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solo errante gemido de esa joven.
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* * *Cuando volví en mí me hallé
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visible.—He hallado por fin lo qu
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—¿Me dejarán ustedes sola mucho
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El hijoEs un poderoso día de veran
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amor su hijo parece haber heredado,
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—¡Chiquito!... ¡Mi hijo!...Las
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Los precursoresYo soy ahora, che pa
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Asimismo se alborotamos la muchacha
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y los guainos a aprovistarnos.La co
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La serpiente de cascabelLa serpient
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Fui a lavarme las manos. Mi compañ
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Las moscas(Réplica de “El hombre
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—¿Moscas?...—Sí -responde-; m
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Decálogo del Perfecto CuentistaICr
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VNo empieces a escribir sin saber d
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La retórica del cuentoEn estas mis
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Los cuentos chinos y persas, los gr
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y no porque son sus esclavos, y que
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ola’e oro relumbroso colgada en e
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las aguas canalizadas se precipitan
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los insurrectos, en la convicción
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anza alguna de absolución-. Yo sos
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iblioteca ayacucho435
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cronología
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Horacio lee entonces con avidez El
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mismos se llamaban. Publica en Rojo
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temáticas. Lo novedoso es la apari
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el noventa por ciento de las planta
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de la fortaleza del Cerro- su consa
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María Elena, a quien llamará fami
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también salteño, Enrique Amorim l
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ibliografía
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II. Obras póstumasDiario de viaje
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Todos los cuentos. Edición crític
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Montevideo: Claudio García Editor,
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Galerna, 1970.___________. “Pról
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Rivera, Jorge B. “Horacio Quiroga
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Guarania, 1954-1959.___________. La
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deo), IV (1959): 220-241.Cortázar,
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nos (Madrid), N o 443 (mayo de 1987
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Rosser, Harry Enrique. “Quiroga y
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Ocampo, Aurora. Novelistas iberoame
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ÍndicePrólogo, por Emir Rodrígue
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TÍTULOS PUBLICADOSDE CUENTISTAS LA
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Este volumen, el LXXXVIII de la Bib
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Horacio QuirogaLOS CUENTOS DE HORAC