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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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Ud. sabe (le dice a Julio E. Payró, abril 4, 1935) que yo sería capaz, de quererlo,de compaginar relatos, como algunos de los que he escrito, 190 y tantos. Noes, pues, decadencia intelectual ni pérdida de facultad lo que me enmudece.No. Es la violencia primitiva de hacer, construir, mejorar y adornar mi hábitatlo que se ha impuesto al cultivo artístico –¡ay!– un poco artificial. Hemosdado –he dado– mucho y demasiado a la factura de cuentos y demás. Hay enel hombre muchas otras actividades que merecen capital atención. Para mí,mi vida actual [...] Hay además una cándida crueldad en exigir de un escritorlo que éste no quiere o no puede dar. ¿Cree Ud. que la obra de Poe no es total,ni la de Maupassant, a pesar de la temprana muerte de ambos? ¿Y el silencioen plena juventud y éxito, de Rossini? ¿Cómo y por qué exigir más? No existeen arte más que el hecho consumado. Tal las obras de los tres precitados. ¿Conqué derecho exigiremos quién sabe qué torturas sin nombre de quien murió ocalló, so pretexto de que pudo haber escrito todavía un verso para nuestro regocijo?Me refiero a los que cumplieron su obra: tal Heine a los 24 años. Podíahaber desaparecido en ese instante –¿no cree Ud.?– sin que el arte tuviera quellorar. Morir y callar a tiempo es en aquella actividad un don del cielo.<strong>Quiroga</strong> vuelve a encerrarse en sí mismo, pero de distinta manera queantes cuando era la imposibilidad de expresarse, de alcanzar los fondos desu ser, lo que lo envolvía en huraño y desdeñoso silencio. Ahora calla parael mundo, pero para los amigos, en una correspondencia que cuenta entrelo más notable que ha escrito, va liberando sus confidencias: calla y al mismotiempo se entrega. En tanto que las desilusiones lo cercan, que sientecrecer la incompatibilidad de caracteres que lo aleja de sus hijos y mientrasdescubre el fracaso de su segundo matrimonio; cuando la enfermedad secierra sobre su vida y sus ilusiones, <strong>Quiroga</strong> va comunicando en cartas queson testamento, la última visión, la más madura, aunque ya fuera del arte.En una que escribe a Martínez Estrada (abril 29, 1936) encara el temade su abandono de la literatura, y también de la preparación para un abandonoaún mayor:Hablemos ahora de la muerte. Yo fui o me sentía creador en mi juventud ymadurez, al punto de temer exclusivamente a la muerte, si prematura. Queríahacer mi obra. Los afectos de familia no fiaban la cuarta parte de aquella ansia.Sabía y sé que para el porvenir de una mujer o una criatura, la existenciacuentosXXII

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