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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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—De cierto ha muerto anoche... –murmuró por fin–. ¿Y de qué puedehaber muerto?...En la mitad del pescuezo, más flagrante que el día mismo, gritaba al solla enorme herida de la bala.—Quién sabe... Seguramente envenenado –repuso tranquilo Orgaz,sin quitar las manos de los bolsillos.Pero los burritos desaparecieron para siempre de la chacra de Orgaz.* * *Durante el primer año de sus funciones como jefe del Registro Civil,todo San Ignacio protestó contra Orgaz, que arrasando con las disposicionesen vigor, había instalado la oficina a media legua del pueblo. Allá,en el bungalow, en una piecita con piso de tierra, muy oscurecida por lagalería y por un gran mandarino que intercepta casi la entrada, los clientesesperaban indefectiblemente diez minutos, pues Orgaz no estaba –o estabacon las manos llenas de bleck. Por fin el funcionario anotaba a escape losdatos en un papelito cualquiera, y salía de la oficina antes que su cliente, atrepar de nuevo al techo.En verdad, no fue otro el principal quehacer de Orgaz durante susprimeros cuatro años de Misiones. En Misiones llueve, puede creerse, hastaponer a prueba dos chapas de cinc superpuestas. Y Orgaz había construidosu techo con tablillas empapadas por todo un otoño de diluvio. Las plantasde Orgaz se estiraron literalmente; pero las tablillas del techo sometidas aese trabajo del sol y humedad, levantaron todas sus extremos libres, con elaspecto de erizo que hemos apuntado.Visto desde abajo, desde las piezas sombrías, el techo aquel de maderaoscura ofrecía la particularidad de ser la parte más clara del interior, porquecada tablilla levantada en su extremo ejercía de claraboya. Hallábase, además,adornado con infinitos redondeles de minio, marcas que Orgaz poníacon una caña en las grietas –no por donde goteaba, sino vertía el agua sobrela cama. Pero lo más particular eran los trozos de cuerda con que Orgazcalafateaba su techo, y que ahora, desprendidas y pesadas de alquitrán,pendían inmóviles y reflejaban filetes de luz, como víboras.cuentos314

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