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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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amor su hijo parece haber heredado, el padre se siente feliz, tranquilo yseguro del porvenir.En ese instante, no muy lejos, suena un estampido.—La Saint-Étienne... –piensa el padre al reconocer la detonación–.Dos palomas de menos en el monte...Sin prestar más atención al nimio acontecimiento, el hombre se abstraede nuevo en su tarea.El sol, ya muy alto, continúa ascendiendo. Adonde quiera que se mire–piedras, tierra, árboles–, el aire, enrarecido como en un horno, vibra conel calor. Un profundo zumbido que llena el ser entero e impregna el ámbitohasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical.El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos almonte.Su hijo debía estar ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan eluno y el otro –el padre de sienes plateadas y la criatura de trece años–, no seengañan jamás. Cuando su hijo responde: —Sí, papá, hará lo que dice. Dijoque volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir.Y no ha vuelto.El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atenciónen su tarea. ¡Es tan fácil, tan fácil perder la noción de la hora dentro delmonte, y sentarse un rato en el suelo mientras se descansa inmóvil...Bruscamente, la luz meridiana, el zumbido tropical y el corazón delpadre se detienen a compás de lo que acaba de pensar: su hijo descansainmóvil...El tiempo ha pasado; son las doce y media. El padre sale de su taller, yal apoyar la mano en el banco de mecánica sube del fondo de su memoriael estallido de una bala de parabellum, e instantáneamente, por primeravez en las tres horas transcurridas, piensa que tras el estampido de la Saint-Étienne no ha oído nada más. No ha oído rodar el pedregullo bajo un pasoconocido. Su hijo no ha vuelto, y la naturaleza se halla detenida a la vera delbosque, esperándolo.¡Oh! No son suficientes un carácter templado y una ciega confianzaen la educación de un hijo para ahuyentar el espectro de la fatalidad queun padre de vista enferma ve alzarse desde la línea del monte. Distracción,cuentos398

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