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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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estas duras narraciones que el blando lamento compasivo de tantos escritores,capaces sólo de dar en palabras enfáticas, en descolocada indignación,su dolor y rebeldía. Compárese la descripción objetiva del infierno, de losmensú en el cuento del mismo nombre con los excesos retóricos y melodramáticosde Alfredo Varela en El río oscuro (1943) y se verá cuál arte es elmás hondo y verdadero, cuál indignación más eficaz. Por su misma excesivadureza, los cuentos de <strong>Quiroga</strong> sacuden al lector con mayor eficacia y provocanasí la deseada, la buscada conmoción interior.Y si uno observa bien, no es compasión únicamente lo que se desprendede sus narraciones más hondas. Es ternura. Considérese a esta luz loscuentos arriba mencionados. En ellos <strong>Quiroga</strong> se detiene a subrayar, confinos toques, aun las más sutiles situaciones. El padre de “El desierto”, ensu delirio de moribundo, comprende que a su muerte sus hijos se moriránde hambre, demasiado pequeños para poder sobrevivir en plena selva.Entonces dice <strong>Quiroga</strong> : “Y él se quedaría allí, asistiendo a aquel horrorsin precedentes”. Nada puede comunicar mejor, con más desgarradoraprecisión, la impotencia del hombre que muere que esa anticipación de sucadáver asistiendo a la inevitable destrucción de sus hijos.Por otra parte, todo el volumen que se llama Los desterrados respondeal mismo signo de una ternura viril y pudorosa. Los tipos y el ambiente misionerosaparecen envueltos en la cálida luz simpática que arroja la miradade <strong>Quiroga</strong>, su testigo y su cómplice. Ahí están los personajes de esas historias:João Pedro, Tirafogo, Van Houten, Juan Brown, hasta el innominadohombre muerto. En la pintura de estos ex hombres, en la presentación desus extrañas aventuras reales, muchas veces puramente interiores, de susmanías o de sus vicios, en la expresión de esas almas cándidas y únicas, hapuesto el artista su secreto amor a los hombres.La ternura alcanza asimismo a los animales. <strong>Quiroga</strong> supo, como pocos,recrear el alma simple y directa, la vanidad superficial, la natural fierezade los animales. Y no sólo en los famosos <strong>Cuentos</strong> de la selva (para niños) oen las más ambiciosas reconstrucciones a la manera de Kipling (Anaconda,“El regreso de Anaconda”, febrero 1 o , 1925), sino principalmente en dosde sus cuentos magistrales, “La insolación” y “El alambre de púa”. Ya mehe referido en la segunda parte de este estudio a esa experiencia sobrena-cuentosXXVI

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