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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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ajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, el pie izquierdo resbaló sobre untrozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapabade la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamentelejana de no ver el machete de plano en el suelo”.Ya en plena madurez, <strong>Quiroga</strong> logra aludir, casi imperceptiblemente,en un juego elusivo de sospechas y verdades, de alucinación y esperanzafrustrada, como ocurre en “El hijo”, su más perfecta narración de horror.Un horror, por otra parte, secreto y casi siempre disimulado tras algúnrasgo de incontenible felicidad. Tal vez no sea casual, por eso mismo, queen este cuento se dé también (contenida pero evidente) la ternura. Probablemente,<strong>Quiroga</strong> nunca leyó el prefacio de Henry James a la colección derelatos suyos que incluye The Turn of the Screw (Otra vuelta de tuerca) perode hacerlo, habría estado completamente de acuerdo con este consejo delgran narrador norteamericano: “Haz sólo suficientemente intensa la visióngeneral del mal que posee el lector (...) y sus propias experiencias, su propiaindignación, su propia simpatía (...) y horror (...), le proporcionarán demodo suficiente todos los detalles. Hazlo pensar el mal, hazlo pensar en élpor sí mismo, y te ahorrarás débiles especificaciones”. Lo que allí predicaJames es lo que aprendió a realizar <strong>Quiroga</strong> en su madurez.Algo parece indiscutible ahora: <strong>Quiroga</strong> es un maestro en el manejo delhorror y la ternura. Pero, ¿cómo se compadecen ambos en su arte? No hayque desechar la clave que aporta el título –tan significativo– de uno de susmejores volúmenes, el más ambicioso y el que lo reveló a un público muycalificado: <strong>Cuentos</strong> de amor de locura y de muerte. (<strong>Quiroga</strong> se negó, cuentaGálvez, a que se pusiera una coma entre la palabra amor y el de siguiente.No le gustaban las comas en los títulos.) En la triple fórmula de ese libroaparecen encerradas las tres dominantes de su mundo real, dominantesque, por lo demás, se daban muchas veces fundidas en un mismo relato. Elamor conduce a la locura y a la muerte en “El solitario” (mayo 30, 1913); lalocura se libera con la muerte en “El perro rabioso” (octubre 10, 1910). Atoda la zona oscura del alma de este narrador, que se alimentó siempre enPoe y en Dostoievski, pertenece esta creación de incontenible crueldad.Pero el horror y la dureza (hay que insistir) no respondían a sádica perversión,a indiferencia por el sufrimiento ajeno, a mera lujuria verbal, sinocuentosXXX

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