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Leer-Cuentos.-Horacio-Quiroga

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matizar con ellos, cuando convenga y a tiempo, la lengua normal en que todopuede expresarse.En la práctica, sólo un cuento suyo (“Los precursores”) está totalmenteescrito en jerga, pero la excepción se justifica aquí porque se trata del monólogode un mensú. Aún así, <strong>Quiroga</strong> no entierra el relato bajo el dialectomensualero y se las ingenia para dar por algunos giros sintácticos, por algunapalabra local, el ambiente lingüístico de su personaje, sin necesidad deescribirlo todo entre comillas o de acudir a penosas notas explicativas.Con la misma libertad se plantó frente al color local. En sus relatosmisioneros las ruinas jesuíticas de Misiones casi no aparecen y cuando lohacen (como en “Una bofetada”) es porque las necesidades de la acciónjustifican su empleo. Lo mismo cabría decir de las cataratas del Iguazú, quevisitó ya en su primer viaje a Misiones y de las que ha dejado una brillante einesperada descripción de un descenso junto a Lugones en un artículo muyposterior, “El sentimiento de la catarata” (septiembre 9, 1929), pero queno aparecen en sus cuentos misioneros. El color local por el color local nointeresaba a <strong>Quiroga</strong>. Ya había recomendado al joven cuentista que no sedistrajera describiendo lo que sus personajes no veían. Los desterrados que<strong>Quiroga</strong> recoge en sus relatos no estaban de turistas en Misiones.Otra lección, directamente vinculada a ésta porque también provienede la misma actitud esencialmente universal de su arte: <strong>Quiroga</strong> creó suobra dentro de la gran tradición narrativa de occidente. Sus maestros fueron(él lo ha reconocido) Poe, Maupassant, Dostoievski, Chejov, Kipling,Conrad, Wells. No temió las influencias extranjeras –ningún escritor fuertelas teme– ni se distrajo en averiguar la patria de sus modelos. Tomó de elloslo que importa a su arte: la visión estética y humana profunda, el oficio ylas motivaciones. A esa poderosa literatura ajena sumó un territorio nuevo,transcribiéndolo no en sus minucias turísticas sino expresándolo en el almade sus hombres y en la salvaje violencia de su naturaleza tropical. De ahí quese dé la paradoja de que este artista, tan enraizado en la matriz americana,constituya a la vez uno de los vínculos más poderosos con la gran tradiciónnarrativa universal.<strong>Quiroga</strong> supo atravesar la experiencia modernista viviéndola en su ple-cuentosXLII

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