Pactos para la igualdad: Hacia un futuro sostenible
El documento que la CEPAL da a conocer en esta ocasión profundiza en la línea de la igualdad de los presentados en sus dos anteriores períodos de sesiones: La hora de la igualdad: brechas por cerrar, caminos por abrir (2010, Brasilia), y Cambio estructural para la igualdad: Una visión integrada del desarrollo (2012, El Salvador). Bajo el título Pactos para la igualdad: hacia un futuro sostenible, el actual documento de posición plantea los dos grandes retos que enfrenta el desarrollo en América Latina y el Caribe: lograr mayores grados de igualdad y procurar sostenibilidad en la dinámica del desarrollo de cara a las nuevas generaciones.
El documento que la CEPAL da a conocer en esta ocasión profundiza en la línea de la igualdad de los presentados en sus dos anteriores períodos de sesiones: La hora de la igualdad: brechas por cerrar, caminos por abrir (2010, Brasilia), y Cambio estructural para la igualdad: Una visión integrada del desarrollo (2012, El Salvador).
Bajo el título Pactos para la igualdad: hacia un futuro sostenible, el actual documento de posición plantea los dos grandes retos que enfrenta el desarrollo en América Latina y el Caribe: lograr mayores grados de igualdad y procurar sostenibilidad en la dinámica del desarrollo de cara a las nuevas generaciones.
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<strong>Pactos</strong> <strong>para</strong> <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong>: hacia <strong>un</strong> <strong>futuro</strong> <strong>sostenible</strong><br />
Al respecto, en <strong>la</strong> misma perspectiva de <strong>igualdad</strong> de derechos y autonomía con reconocimiento recíproco que<br />
se ha p<strong>la</strong>nteado en <strong>la</strong>s páginas iniciales del capítulo, el enfoque de género resulta de suma pertinencia. Más aún, el<br />
feminismo ha contribuido especialmente al impulso de <strong>la</strong> autonomía con reconocimiento recíproco, enfatizando tanto<br />
los procesos de adquisición y desarrollo de aquel<strong>la</strong>, como <strong>la</strong>s circ<strong>un</strong>stancias de opresión y dominación manifiestas<br />
en <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones sociales encarnadas tanto en <strong>la</strong>s instituciones como en los vínculos intrafamiliares. Por otra parte,<br />
el pensamiento feminista ha articu<strong>la</strong>do indisolublemente <strong>la</strong>s nociones de <strong>igualdad</strong> y libertad, de distribución y<br />
reconocimiento como principios y objetos del desarrollo. De esta manera, ha mostrado que <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> solo puede<br />
ser ejercida con autonomía, es decir, si <strong>la</strong>s decisiones, capacidades y desarrollo personal no dependen de otros.<br />
Además, el feminismo aporta <strong>un</strong>a visión crítica a <strong>la</strong> noción individualista de autonomía y concibe dicha autonomía<br />
en su carácter re<strong>la</strong>cional (MacKenzie y Stoljar, 2000).<br />
Si bien ese enfoque aporta <strong>un</strong> espectro de ideas y propuestas que no podría agotarse en estas páginas, es importante<br />
destacar alg<strong>un</strong>os de los elementos centrales en “c<strong>la</strong>ve de <strong>igualdad</strong>” y en “c<strong>la</strong>ve de autonomía con reconocimiento<br />
recíproco”. En primer lugar, <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> de medios y <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> de oport<strong>un</strong>idades resultan insuficientes desde <strong>un</strong>a<br />
perspectiva de género. Dicho de otro modo, <strong>un</strong>a política de <strong>igualdad</strong> de oport<strong>un</strong>idades debe contemp<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s diferentes<br />
condiciones iniciales entre hombres y mujeres en cuanto a socialización, <strong>la</strong> historia de acumu<strong>la</strong>ción masculina del<br />
poder, el mantenimiento de <strong>la</strong> división sexual del trabajo y patrones socioculturales discriminatorios. No es, pues,<br />
solo cuestión de garantizar <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> en accesos básicos (por ejemplo, <strong>la</strong> educación), pues <strong>la</strong>s des<strong>igualdad</strong>es de<br />
género están enquistadas en re<strong>la</strong>ciones de poder desde el ámbito de <strong>la</strong> política hasta el doméstico. Además, <strong>la</strong>s<br />
re<strong>la</strong>ciones de género conspiran contra <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> a lo <strong>la</strong>rgo de todo el ciclo vital y <strong>la</strong>s disparidades por motivo de<br />
género están internalizadas en múltiples mecanismos de reproducción cultural. De allí <strong>la</strong> importancia de p<strong>la</strong>ntearse<br />
<strong>la</strong> autonomía con reconocimiento y <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> de derechos 28 .<br />
En seg<strong>un</strong>do lugar, y de acuerdo con lo anterior, <strong>la</strong>s demandas de género p<strong>la</strong>ntean <strong>la</strong> necesidad de revertir<br />
des<strong>igualdad</strong>es secu<strong>la</strong>res mediante tratos diferenciales de acción positiva. Dicho <strong>para</strong>dójicamente, <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong><br />
requiere de fórmu<strong>la</strong>s de des<strong>igualdad</strong> normativa a fin de eliminar <strong>la</strong>s consecuencias desfavorables que derivan de <strong>la</strong>s<br />
diferencias de hecho.<br />
En tercer lugar, <strong>la</strong> perspectiva de género obliga a reformu<strong>la</strong>r el alcance de <strong>la</strong> ciudadanía en <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción entre<br />
lo público y lo privado. Desde esta perspectiva <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> de derechos no solo atañe a <strong>la</strong> esfera pública o de <strong>la</strong><br />
sociabilidad extendida, como reza <strong>la</strong> concepción predominante, pues en el ámbito privado, y sobre todo doméstico,<br />
se dan re<strong>la</strong>ciones entre actores cuyo poder es c<strong>la</strong>ramente asimétrico, en desmedro de <strong>la</strong>s mujeres. “Lo personal<br />
es político” no es solo <strong>un</strong>a máxima movilizadora: es <strong>un</strong>a verdad que interpe<strong>la</strong> sobre el alcance de <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> de<br />
derechos, pues <strong>la</strong>s des<strong>igualdad</strong>es “puertas adentro” no solo dependen de reg<strong>la</strong>s consuetudinarias sino también de<br />
comportamientos de <strong>la</strong>s personas. Precisamente porque es muy difícil que <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> de derechos, en su formu<strong>la</strong>ción<br />
institucional, garantice reciprocidad de trato en el ámbito privado (donde el derecho tiene más dificultades en normar<br />
<strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones), es importante p<strong>la</strong>ntear <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> en términos de autonomía re<strong>la</strong>cional. Esta es <strong>un</strong>a contribución<br />
sustancial del enfoque de género a <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong>.<br />
Cabe recordar que <strong>la</strong> se<strong>para</strong>ción entre lo público y lo privado y <strong>la</strong> idea moderna de <strong>la</strong> diferencia radical entre hombres<br />
y mujeres fueron cruciales <strong>para</strong> los criterios de inclusión, exclusión y c<strong>la</strong>sificación que han sustentado <strong>la</strong>s formas de<br />
ciudadanía de nuestra época. En efecto, el Estado moderno se ha f<strong>un</strong>dado en <strong>un</strong>a tajante se<strong>para</strong>ción entre esfera pública y<br />
privada y en <strong>un</strong> orden jerárquico de géneros. Politizar lo privado (en el doble sentido de convertirlo en objeto de políticas<br />
y considerarlo como espacio de poderes y negociaciones) es parte de <strong>la</strong> agenda de <strong>la</strong> <strong>igualdad</strong> que aquí p<strong>la</strong>nteamos.<br />
Un aspecto en que <strong>la</strong> desigual re<strong>la</strong>ción de poder entre hombres y mujeres pone en tensión esta dicotomía entre lo<br />
público y lo privado es el de <strong>la</strong> violencia contra <strong>la</strong>s mujeres. Esta constituye <strong>la</strong> expresión extrema de <strong>la</strong> discriminación<br />
contra <strong>la</strong>s mujeres y de su falta de autonomía, no solo de su autonomía física, sino también de <strong>la</strong> económica y en <strong>la</strong><br />
toma de decisiones. Por ende, <strong>la</strong> violencia contra <strong>la</strong>s mujeres no puede analizarse y enfrentarse de manera ais<strong>la</strong>da,<br />
sino vincu<strong>la</strong>da a los factores de des<strong>igualdad</strong> económica, social y cultural que operan en <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones de poder entre<br />
hombres y mujeres, los que tienen su corre<strong>la</strong>to en <strong>la</strong> des<strong>igualdad</strong> de recursos en el ámbito privado y en <strong>la</strong> esfera pública<br />
y están en directa re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> desigual distribución del trabajo, especialmente el trabajo doméstico no rem<strong>un</strong>erado.<br />
28<br />
Un ejemplo c<strong>la</strong>ro es el derecho a <strong>la</strong> salud, en virtud del cual se reconocen cada vez más <strong>la</strong>s implicaciones de <strong>la</strong>s necesidades específicas<br />
de <strong>la</strong>s mujeres y los derechos sexuales y reproductivos. Los efectos de <strong>la</strong> mortalidad evitable, el aborto inseguro, <strong>la</strong> violencia sexual, <strong>la</strong><br />
transmisión del VIH entre mujeres “monógamas” y el cáncer reproductivo, entre otros factores, ilustran <strong>la</strong> centralidad de los derechos<br />
sexuales y reproductivos como determinantes y, al mismo tiempo, resultados del desarrollo.<br />
Capítulo II<br />
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