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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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pudo comprender la grandeza del sacrificio de aquel padre al acceder a que su hijo muriese;<br />

Abrahán deseó que nadie sino Dios presenciase la escena de la despedida. Ordenó a sus siervos<br />

que permaneciesen atrás, diciéndoles: "Yo y el muchacho iremos hasta allí, y adoraremos, y<br />

volveremos a vosotros." Isaac, que iba a ser sacrificado, cargó con la leña; el padre llevó el cuchillo<br />

y el fuego, y juntos ascendieron a la cima del monte. El joven iba silencioso, deseando saber de<br />

dónde vendría la víctima, ya que los rebaños y los ganados habían quedado muy lejos. Finalmente<br />

dijo: "Padre mío, ... he aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?"<br />

¡Oh, qué prueba tan terrible era ésta! ¡Cómo hirieron el corazón de Abrahán esas dulces palabras:<br />

"Padre mío!" No, todavía no podía decirle, así que le contestó: "Dios se proveerá de cordero para<br />

el holocausto, hijo mío." (Gén. 22:5-8.) En el sitio indicado construyeron el altar, y pusieron sobre<br />

él la leña. Entonces, con voz temblorosa, Abrahán reveló a su hijo el mensaje divino.<br />

Con terror y asombro Isaac se enteró de su destino; pero no ofreció resistencia. Habría<br />

podido escapar a esta suerte si lo hubiera querido; el anciano, agobiado de dolor, cansado <strong>por</strong> la<br />

lucha de aquellos tres días terribles, no habría podido oponerse a la voluntad del joven vigoroso.<br />

Pero desde la niñez se le había enseñado a Isaac a obedecer pronta y confiadamente, y cuando el<br />

propósito de Dios le fue manifestado, lo aceptó con sumisión voluntaria. Participaba de la fe de<br />

Abrahán, y consideraba como un honor el ser llamado a dar su vida en holocausto a Dios. Con<br />

ternura trató de aliviar el dolor de su padre, y animó sus debilitadas manos para que ataran las<br />

cuerdas que lo sujetarían al altar. Por fin se dicen las últimas palabras de amor, derraman las<br />

últimas lágrimas, y se dan el último abrazo. El padre levanta el cuchillo para dar muerte a su hijo,<br />

y de repente su brazo es detenido. Un ángel del Señor llama al patriarca desde el cielo: "Abrahán,<br />

Abrahán." El contesta en seguida: "Heme aquí." De nuevo se oye la voz: "No extiendas tu mano<br />

sobre el muchacho, ni le hagas nada; que ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste<br />

tu hijo, tu único." (Vers. 11, 12.) Entonces Abrahán vio "un carnero a sus espaldas trabado en un<br />

zarzal," y en seguida trajo la nueva víctima y la ofreció "en lugar de su hijo." Lleno de felicidad y<br />

gratitud, Abrahán dio un nuevo nombre a aquel lugar sagrado y lo llamó "Jehová Yireh," o sea,<br />

"Jehová proveerá." (Vers. 13, 14.)<br />

En el monte Moria Dios renovó su pacto con Abrahán y confirmó con un solemne juramento<br />

la bendición que le había prometido a él y a su simiente <strong>por</strong> todas las generaciones futuras. "Por<br />

mí mismo he jurado, dice Jehová, que <strong>por</strong> cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu<br />

único; bendiciendo te bendeciré, y multiplicando multiplicaré tu simiente como las estrellas del<br />

cielo, y como la arena que está a la orilla del mar; y tu simiente poseerá las puertas de sus enemigos:<br />

en tu simiente serán benditas todas las gentes de la tierra, <strong>por</strong> cuanto obedeciste a mi voz." (Vers.<br />

16-18.)<br />

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