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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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Aunque fomentaba este mal, le habría horrorizado el pensamiento de que pudiera acarrear<br />

un desastre para Israel; pero el pecado embotó su percepción, y cuando le sobrevino la tentación<br />

cayó fácilmente. ¿No se cometen aun hoy pecados semejantes a ése, y frente a advertencias tan<br />

solemnes y explícitas como las dirigidas a los israelitas? Se nos prohibe tan expresamente albergar<br />

la codicia como se le prohibió a Acán que tomara despojos en Jericó. Dios declara que la codicia<br />

o avaricia es idolatría. Se nos amonesta: No podéis servir a Dios y a Mamón." "Mirad, y guardaos<br />

de toda avaricia." "Ni aun se nombre entre vosotros." (Col. 3: 5; Mat. 6: 24; Luc. 12: 15; Efes. 5:<br />

3.) Tenemos ante nosotros la terrible suerte que corrieron Acán, Judas, Ananías y Safira. Y aun<br />

antes de estos casos tenemos el de Lucifer, aquel "hijo de la mañana" que, codiciando una posición<br />

más elevada, perdió para siempre el resplandor y la felicidad del cielo. Y no obstante, a pesar de<br />

todas estas advertencias, la codicia reina <strong>por</strong> todas partes. Por doquiera se ve su viscosa huella.<br />

Crea descontento y disensión en las familias; despierta en los pobres envidia y odio contra los<br />

ricos; e induce a éstos a tratar cruelmente a los pobres.<br />

Es un mal que existe no sólo en las esferas seglares del mundo, sino también en la iglesia.<br />

¡Cuán común es encontrar entre sus miembros egoísmo, avaricia, ambición, descuido de la caridad<br />

y retención de los "diezmos las primicias"! Entre los miembros de la iglesia que gozan del respeto<br />

y la consideración de los demás hay, desgraciadamente, muchos Acanes. Más de un hombre asiste<br />

ostentosamente al culto y se sienta a la mesa del Señor mientras que entre sus bienes se ocultan<br />

ganancias ilícitas, cosas que Dios maldijo. A cambio de un buen manto babilónico, muchos<br />

sacrifican la aprobación de la conciencia y su esperanza del cielo. Muchos truecan su integridad y<br />

su capacidad para ser útiles, <strong>por</strong> un saco de monedas de plata. Los clamores de los pobres que<br />

sufren son desoídos; se le ponen obstáculos a la luz del Evangelio; existen prácticas que provocan<br />

el desprecio de los mundanos y desmienten la profesión cristiana; y sin embargo, el codicioso<br />

continúa amontonando tesoros. "¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado"<br />

(Mal. 3: 8), dice el Señor.<br />

El pecado de Acán atrajo el desastre sobre toda la nación. Por el pecado de un hombre, el<br />

desagrado de Dios descansará sobre toda su iglesia hasta que la transgresión sea buscada,<br />

descubierta y eliminada. La influencia que más ha de temer la iglesia no es la de aquellos que se<br />

le oponen abiertamente, ni la de los incrédulos y blasfemadores, sino la de los cristianos profesos<br />

e inconsecuentes. Estos son los que impiden que bajen las bendiciones del Dios de Israel y acarrean<br />

debilidad entre su pueblo. Cuando la iglesia se encuentra en dificultades, cuando existen frialdad<br />

y decadencia espiritual, y se da lugar a que triunfen los enemigos de Dios, traten entonces sus<br />

miembros de averiguar si hay o no un Acán en el campamento, en vez de cruzarse de brazos y<br />

lamentarse de su triste situación. Con humillación y con escudriñamiento de corazón, procure cada<br />

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