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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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CAPÍTULO 13. La Prueba de la Fe<br />

ABRAHÁN había aceptado sin hacer pregunta alguna la promesa de un hijo, pero no esperó<br />

a que Dios cumpliese su palabra en su o<strong>por</strong>tunidad y a su manera. Fue permitida una tardanza,<br />

para probar su fe en el poder de Dios, pero fracasó en la prueba. Pensando que era imposible que<br />

se le diera un hijo en su vejez, Sara sugirió como plan mediante el cual se cumpliría el propósito<br />

divino, que una de sus siervas fuese tomada <strong>por</strong> Abrahán como esposa secundaria. La poligamia<br />

se había difundido tanto que había dejado de considerarse pecado; violaba, sin embargo, la ley de<br />

Dios y destruía la santidad y la paz de las relaciones familiares. El casamiento de Abrahán con<br />

Agar fue un mal, no sólo para su propia casa, sino también para las generaciones futuras. Halagada<br />

<strong>por</strong> el honor de su nueva posición como esposa de Abrahán, y con la esperanza de ser la madre de<br />

la gran nación que descendería de él, Agar se llenó de orgullo y jactancia, y trató a su ama con<br />

menosprecio. Los celos mutuos perturbaron la paz del hogar que una vez había sido feliz. Viéndose<br />

forzado a escuchar las quejas de ambas, Abrahán trató en vano de restaurar la armonía. Aunque él<br />

se había casado con Agar a instancias de Sara, ahora ella le hacia cargos como si fuera el culpable.<br />

Sara deseaba desterrar a su rival; pero Abrahán se negó a permitirlo; pues Agar iba a ser madre de<br />

su hijo, que él esperaba tiernamente sería el hijo de la promesa. Sin embargo, era la sierva de Sara,<br />

y él la dejó todavía bajo el mando de su ama.<br />

El espíritu arrogante de Agar no quiso so<strong>por</strong>tar la aspereza que su insolencia había<br />

provocado. "Y como Sarai la afligiese, huyóse de su presencia." (Véase Génesis 16.) Se fue al<br />

desierto, y mientras, solitaria y sin amigos, descansaba al lado de una fuente, un ángel del Señor<br />

se le apareció en forma humana. Dirigiéndose a ella como "Agar, sierva de Sarai," para recordarle<br />

su posición y su deber, le mandó: "Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo de su mano." No<br />

obstante, con el reproche se mezclaron palabras de consolación. "Oído ha Jehová tu aflicción."<br />

"Multiplicaré tanto tu linaje, que no será contado a causa de la muchedumbre." Y como<br />

recordatorio perpetuo de su misericordia, se le mandó que llamara a su hijo Ismael, o sea: "Dios<br />

oirá." Cuando Abrahán tenía casi cien años, se le repitió la promesa de un hijo, Y se le aseguró<br />

que el futuro heredero sería hijo de Sara. Pero Abrahán todavía no comprendió la promesa. En<br />

seguida pensó en Ismael, aferrado a la creencia de que <strong>por</strong> medio de él se habían de cumplir los<br />

propósitos misericordiosos de Dios.<br />

En su afecto <strong>por</strong> su hijo exclamó: "Ojalá Ismael viva delante de ti." Nuevamente se le dio<br />

la promesa en palabras inequívocas: "Ciertamente Sara tu mujer te parirá un hijo, y llamarás su<br />

nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él." Sin embargo, Dios se acordó también de la oración<br />

del padre. "Y en cuanto a Ismael -dijo- también te he oído: he aquí que le bendeciré ... y ponerlo<br />

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