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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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"Cualquiera que hiriere a alguno, <strong>por</strong> dicho de testigos, morirá el homicida: mas un solo testigo no<br />

hará fe contra alguna persona que muera." (Núm. 35: 30.) Fue Cristo quien le dio a Moisés estas<br />

instrucciones para Israel; y mientras estaba personalmente con sus discípulos en la tierra, al<br />

enseñarles cómo debían tratar a los pecadores, el gran Maestro repitió la lección de que el<br />

testimonio de un solo hombre no basta para condenar ni absolver. Las cuestiones en disputa no<br />

han de decidirse <strong>por</strong> las opiniones de un solo hombre. En todos estos asuntos, dos o más han de<br />

reunirse y llevar juntos la responsabilidad, "para que en boca de dos o tres testigos conste toda<br />

palabra." (Mat. 18: 16.) Si el enjuiciado <strong>por</strong> homicida era reconocido culpable, ninguna expiación<br />

ni rescate podía salvarle. "El que derramare sangre del hombre, <strong>por</strong> el hombre su sangre será<br />

derramada." "Y no tomaréis precio <strong>por</strong> la vida del homicida; <strong>por</strong>que está condenado a muerte: mas<br />

indefectiblemente morirá;" "de mi altar lo quitarás para que muera," éstas fueron las instrucciones<br />

de Dios juntamente con las siguientes: "La tierra no será expiada de la sangre que fue derramada<br />

en ella, sino <strong>por</strong> la sangre del que la derramó." (Gén. 9: 6; Núm. 35: 31-33; Exo. 1: 14.) La<br />

seguridad y la pureza de la nación exigía que el pecado de homicidio fuese castigado severamente.<br />

La vida humana, que sólo Dios podía dar, debía considerarse sagrada. Las ciudades de refugio<br />

destinadas al antiguo pueblo de Dios eran un símbolo del refugio pro<strong>por</strong>cionado <strong>por</strong> Cristo.<br />

El mismo Salvador misericordioso que designó esas ciudades tem<strong>por</strong>ales de refugio proveyó<br />

<strong>por</strong> el derramamiento de su propia sangre un asilo verdadero para los transgresores de la ley de<br />

Dios, al cual pueden huir de la segunda muerte y hallar seguridad. No hay poder que pueda<br />

arrebatar de sus manos las almas que acuden a él en busca de perdón. "Ahora pues, ninguna<br />

condenación hay para los que están en Cristo Jesús." "¿Quien es el que condenará? Cristo es el que<br />

murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también<br />

intercede <strong>por</strong> nosotros," "para que . . . tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a<br />

trabarnos de la esperanza propuesta." (Rom. 8: 1, 34; Heb. 6: 18.) El que huía a la ciudad de refugio<br />

no podía demorarse. Abandonaba su familia y su ocupación. No tenía tiempo para despedirse de<br />

los seres amados. Su vida estaba en juego y debía sacrificar todos los intereses para lograr un solo<br />

fin: llegar al lugar seguro.<br />

Olvidaba su cansancio; y no le im<strong>por</strong>taban las dificultades. No osaba aminorar el paso un<br />

solo momento hasta hallarse dentro de las murallas de la ciudad. El pecador está expuesto a la<br />

muerte eterna hasta que encuentre un escondite en Cristo; y así como la demora y la negligencia<br />

podían privar al fugitivo de su única o<strong>por</strong>tunidad de vivir, también pueden las tardanzas y la<br />

indiferencia resultar en ruina del alma. Satanás, el gran adversario, sigue los pasos de todo<br />

transgresor de la santa ley de Dios, y el que no se percata del peligro en que se halla y no busca<br />

fervorosamente abrigo en el refugio eterno, será víctima del destructor. El prisionero que en<br />

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