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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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CAPÍTULO 27 La Ley Dada a Israel<br />

POCO tiempo después de acampar junto al Sinaí, se le indicó a Moisés que subiera al monte<br />

a encontrarse con Dios. Trepó solo el escabroso y empinado sendero, y llegó cerca de la nube que<br />

señalaba el lugar donde estaba Jehová. Israel iba a entrar ahora en una relación más estrecha y más<br />

peculiar con el Altísimo, iba a ser recibido como iglesia y como nación bajo el gobierno de Dios.<br />

El mensaje que se le dio a Moisés para el pueblo fue el siguiente: "Vosotros visteis lo que hice a<br />

los Egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora pues, si diereis oído<br />

a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; <strong>por</strong>que<br />

mía es toda la tierra. Y vosotros seréis mi reino desacerdotes, y gente santa." (Véase Éxodo 19-25)<br />

Moisés regresó al campamento, y reuniendo a los ancianos de Israel, les repitió el mensaje<br />

divino. Su contestación fue: "Todo lo que Jehová ha dicho haremos." Así concertaron un solemne<br />

pacto con Dios, prometiendo aceptarle como su Soberano, <strong>por</strong> lo cual se convirtieron, en sentido<br />

especial, en súbditos de su autoridad. Nuevamente el caudillo ascendió a la montaña; y el Señor le<br />

dijo: "He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo,<br />

y también para que te crean para siempre. "Cuando encontraban dificultades en su camino, se<br />

sentían tentados a murmurar contra Moisés y Aarón y a acusarlos de haber sacado las huestes de<br />

Israel de Egipto para destruirlas. El Señor iba a honrar a Moisés ante ellas, para inducir al pueblo<br />

a confiar en sus instrucciones y a cumplirlas. Dios se propuso hacer de la ocasión en que iba a<br />

pronunciar su ley una escena de imponente grandeza, en consonancia con el exaltado carácter de<br />

esa ley. El pueblo debía comprender que todo lo relacionado con el servicio de Dios debe<br />

considerarse con gran reverencia. El Señor dijo a Moisés: "Ve al pueblo, y santifícalos hoy y<br />

mañana, y laven sus vestidos; y estén apercibidos para el día tercero, <strong>por</strong>que al tercer día Jehová<br />

descenderá, a ojos de todo el pueblo, sobre el monte de Sinaí."<br />

Durante esos días, todos debían dedicar su tiempo a prepararse solemnemente para aparecer<br />

ante Dios. Sus personas y sus ropas debían estar libres de toda impureza. Y cuando Moisés les<br />

señalara sus pecados, ellos debían humillarse, ayunar y orar, para que sus corazones pudieran ser<br />

limpiados de iniquidad. Se hicieron los preparativos conforme al mandato; y obedeciendo otra<br />

orden posterior, Moisés mandó colocar una barrera alrededor del monte, para que ni las personas<br />

ni las bestias entraran al sagrado recinto. Quien se atreviera siquiera a tocarlo, moriría<br />

instantáneamente. A la mañana del tercer día, cuando los ojos de todo el pueblo estaban vueltos<br />

hacia el monte, la cúspide se cubrió de una espesa nube que se fue tornando más negra y más<br />

densa, y descendió lista que toda la montaña quedó envuelta en tinieblas y en pavoroso misterio.<br />

Entonces se escuchó un sonido como de trompeta, que llamaba al pueblo a encontrarse con Dios;<br />

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