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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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y huyan de tu presencia los que te aborrecen. Y cuando ella asentaba, decía: Vuelve, Jehová, a los<br />

millares de millares de Israel." (Vers. 35, 36.) Una distancia de sólo once días de viaje mediaba<br />

entre el Sinaí y Cades, en la frontera de Canaán; y fue con la esperanza de entrar rápidamente en<br />

la buena tierra cómo las huestes de Israel reanudaron su marcha cuando la nube dio <strong>por</strong> último la<br />

señal para seguir hacia adelante. Jehová había obrado maravillas al sacarlos de Egipto y ¿qué<br />

bendiciones no podrían esperar, ahora que habían pactado formalmente aceptarle como su<br />

Soberano, y habían sido reconocidos como el pueblo escogido del Altísimo?<br />

No obstante, a muchos les costaba abandonar el sitio donde habían acampado <strong>por</strong> tan largo<br />

tiempo. Habían llegado casi a considerarlo como su hogar. Al abrigo de aquellas murallas de<br />

granito, Dios había reunido a su pueblo aparte de todas las demás naciones, para repetirle su santa<br />

ley. Se deleitaban en mirar el sagrado monte, en cuyos picos blanquecinos y cumbres estériles la<br />

divina gloria se había manifestado ante ellos tantas veces. Ese escenario estaba tan íntimamente<br />

asociado con la presencia de Dios y de los santos ángeles que les parecía demasiado sagrado para<br />

abandonarlo irreflexiva o siquiera alegremente. A la señal de los trompeteros, sin embargo, todo<br />

el campamento se puso en marcha, llevando el tabernáculo en medio, ocupando cada tribu su sitio<br />

señalado, bajo su propia bandera. Todos los ojos miraron ansiosamente para ver en qué dirección<br />

les guiaría la nube.<br />

Cuando se movió hacia el este, donde sólo había sierras negras y desoladas, un sentimiento<br />

de tristeza y de duda se apoderó de muchos corazones. A medida que avanzaban, el camino se les<br />

hizo más escabroso. Iba <strong>por</strong> hondonadas pedregosas y páramos estériles. Alrededor de ellos estaba<br />

el gran desierto, estaban en "una tierra desierta y despoblada, <strong>por</strong> tierra seca y de sombra de muerte,<br />

<strong>por</strong> una tierra <strong>por</strong> la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre." (Jer. 2: 6.) Los desfiladeros<br />

rocallosos, tanto los lejanos como los cercanos, estaban repletos de hombres, mujeres y niños, con<br />

bestias y carros, e hileras interminables de rebaños y manadas.<br />

El progreso de su marcha era necesariamente lento y trabajoso; y después de haber estado<br />

acampadas <strong>por</strong> tanto tiempo, las multitudes no estaban preparadas para so<strong>por</strong>tar los peligros y las<br />

incomodidades de la jornada. Después de tres días de viaje, se oyeron quejas. Estas se originaron<br />

entre la turba mixta que abarcaba a mucha gente que no estaba completamente unida a Israel, sino<br />

que se mantenía siempre alerta para notar cualquier motivo de crítica. A los quejosos no los<br />

satisfacía la dirección que se seguía en la marcha, y constantemente censuraban la manera en que<br />

Moisés los dirigía, aunque sabían que, como ellos mismos, él seguía la nube orientadora. El<br />

desafecto es contagioso y pronto cundió <strong>por</strong> todo el campamento. Nuevamente comenzaron a<br />

clamar pidiendo carne para comer. A pesar de que se les había suministrado maná en abundancia,<br />

no estaban satisfechos. Durante su esclavitud en Egipto, los israelitas se habían visto obligados a<br />

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