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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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Cada bendición que se nos concede demanda una respuesta hacia el Autor de todos los dones de<br />

la gracia. El cristiano debiera repasar muchas veces su vida pasada, y recordar con gratitud las<br />

preciosas liberaciones que Dios ha obrado en su favor, sosteniéndole en la tentación, abriéndole<br />

caminos cuando todo parecía tinieblas y obstáculos, y dándole nuevas fuerzas cuando estaba <strong>por</strong><br />

desmayar. Debiera reconocer todo esto como pruebas de la protección de los ángeles celestiales.<br />

En vista de estas innumerables bendiciones debiera preguntarse muchas veces con corazón<br />

humilde y agradecido: "¿Qué pagaré a Jehová <strong>por</strong> todos sus beneficios para conmigo?" (Sal. 116:<br />

12.)<br />

Nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes debieran dedicarse en forma sagrada al<br />

que nos confió estas bendiciones. Cada vez que se obra en nuestro favor una liberación especial,<br />

o recibimos nuevos e inesperados favores, debiéramos reconocer la bondad de Dios, expresando<br />

nuestra gratitud no sólo en palabras, sino, como Jacob, mediante ofrendas y dones para su causa.<br />

Así como recibimos constantemente las bendiciones de Dios, también hemos de dar sin cesar. "Y<br />

de todo lo que me dieres -dijo Jacob,- el diezmo lo he de apartar para ti." Nosotros que gozamos<br />

de la clara luz y de los privilegios del Evangelio, ¿nos contentaremos con darle a Dios menos de<br />

lo que daban aquellos que vivieron en la dispensación anterior menos favorecida que la nuestra?<br />

De ninguna manera. A medida que aumentan las bendiciones de que gozamos, ¿no aumentan<br />

nuestras obligaciones en forma correspondiente? Pero ¡cuán en poco las tenemos! ¡Cuán imposible<br />

es el esfuerzo de medir con reglas matemáticas lo que le debemos en tiempo, dinero y afecto, en<br />

respuesta a un amor tan inconmensurable y a una dádiva de valor tan inconcebible! ¡Los diezmos<br />

para Cristo! ¡Oh, mezquina limosna, pobre recompensa para lo que ha costado tanto! Desde la cruz<br />

del Calvario, Cristo nos pide una consagración sin reservas. Todo lo que tenemos y todo lo que<br />

somos, lo debiéramos dedicar a Dios.<br />

Con nueva y duradera fe en las promesas divinas, y seguro de la presencia y la protección<br />

de los ángeles celestiales, prosiguió Jacob su jornada "a la tierra de los orientales." Pero ¡qué<br />

diferencia entre su llegada y la del mensajero de Abrahán, casi cien años antes! El servidor había<br />

venido con un séquito montado en camellos, y con ricos regalos de oro y plata; Jacob llegaba solo,<br />

con los pies lastimados, sin más posesión que su cayado. Como el siervo de Abrahán, Jacob se<br />

detuvo cerca de un pozo, y fue allí donde conoció a Raquel, la hija menor de Labán. Ahora fue<br />

Jacob quien prestó sus servicios, quitando la piedra de la boca del pozo y dando de beber al ganado.<br />

Después de haber manifestado su parentesco, fue acogido en casa de Labán. Aunque llegó sin<br />

herencia ni acompañamiento, pocas semanas bastaron para mostrar el valor de su diligencia y<br />

habilidad, y se le exhortó a quedarse. Convinieron en que serviría a Labán siete años <strong>por</strong> la mano<br />

de Raquel. En los tiempos antiguos era costumbre que el novio, antes de confirmar el compromiso<br />

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