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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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Ana no emitió reproche alguno. Confió a Dios la carga que ella no podía compartir con<br />

ningún amigo terrenal. Fervorosamente pidió que él le quitase su oprobio, y que le otorgase el<br />

precioso regalo de un hijo para criarlo y educarlo para él. Hizo un solemne voto, a saber, que si le<br />

concedía lo que pedía, dedicaría su hijo a Dios desde su nacimiento. Ana se había acercado a la<br />

entrada del tabernáculo, y en la angustia de su espíritu, "oró a Jehová, y lloró abundantemente."<br />

Pero hablaba con el Señor en silencio, sin emitir sonido alguno. Rara vez se presenciaban<br />

semejantes escenas de adoración en aquellos tiempos de maldad. En las mismas fiestas religiosas<br />

eran comunes los festines irreverentes y hasta las borracheras; y Elí, el sumo sacerdote, observando<br />

a Ana, supuso que estaba ebria. Con la idea de dirigirle un merecido reproche, le dijo severamente:<br />

"¿Hasta cuándo estarás borracha? digiere tu vino." Llena de dolor y sorprendida, Ana le contestó<br />

suavemente: No, señor mío: mas yo soy una mujer trabajaba de espíritu: no he bebido vino ni sidra,<br />

sino que he derramado mi alma delante de Jehová.<br />

No tengas a tu sierva <strong>por</strong> una mujer impía: <strong>por</strong>que <strong>por</strong> la magnitud de mis congojas y de mi<br />

aflicción he hablado hasta ahora. El sumo sacerdote se conmovió profundamente, <strong>por</strong>que era<br />

hombre de Dios; y en lugar de continuar reprendiéndola pronunció una bendición sobre ella: "Ve<br />

en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho." Le fue otorgado a Ana lo que<br />

había pedido; recibió el regalo <strong>por</strong> el cual había suplicado con tanto fervor. Cuando miró al niño,<br />

lo llamó Samuel, "demandado de Dios." Tan pronto como el niño tuvo suficiente edad para ser<br />

separado de su madre, cumplió ella su voto. Amaba a su pequeñuelo con toda la devoción de que<br />

es capaz un corazón de madre; día tras día, mientras observaba su crecimiento, y escuchaba su<br />

parloteo infantil, sus afectos lo enlazaban cada vez más íntimamente. Era su único hijo, el don<br />

especial del Cielo, pero lo había recibido como un tesoro consagrado a Dios, y no quería privar al<br />

Dador de lo que le pertenecía.<br />

Una vez más Ana hizo el viaje a Silo con su esposo, y presentó al sacerdote, en nombre de<br />

Dios, su precioso don, diciendo: "Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo pues le<br />

vuelvo también a Jehová: todos los días que viviere, será de Jehová." Elí se sintió profundamente<br />

impresionado <strong>por</strong> la fe y devoción de esta mujer de Israel. Siendo él mismo un padre<br />

excesivamente indulgente, se quedó asombrado y humillado cuando vio el gran sacrificio de la<br />

madre al separarse de su único hijo para dedicarlo al servicio de Dios. Se sintió reprendido a causa<br />

de su propio amor egoísta, y con humildad y reverencia se postró ante el Señor y adoró.<br />

El corazón de la madre rebosaba de gozo y alabanza, y anhelaba expresar toda su gratitud<br />

hacia Dios. El Espíritu divino la inspiró "y Anna oró, y dijo: "Mi corazón se regocija en Jehová,<br />

Mi cuerno es ensalzado en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré<br />

en tu salud. No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti; Y no hay refugio como<br />

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