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NUEVOS ENFOQUES DE LA <strong>VIOLENCIA</strong> CONTEMPORÁNEA Y EL DAÑO<br />
graduaciones a las formas de normalización histórico-social de la misma,<br />
como a su diseminación.<br />
En consecuencia no es tarea menor el proceso de construcción crítica de la<br />
violencia desde las ciencias sociales y humanas que actualmente llevamos acabo,<br />
y en el que se pueden advertir algunos trazos comunes; entre los cuales destaca la<br />
concepción de que la violencia no tiene una existencia independiente, en sí y por<br />
sí, fuera de la realidad social. En este sentido, la violencia no puede ser comprensiblemente<br />
analizada solo desde marcos conceptuales –significativamente<br />
construida en la preestructura discursiva, sin referir a realidades específicas o<br />
a constantes teóricamente percibidas como regulares en acontecimientos sociohistóricos,<br />
por ejemplo, los conflictos bélicos<br />
El trabajo teórico atiende, así, a los agentes, factores, elementos, relaciones<br />
polivalentes, multicausales, multifactuales que impiden enunciar a la violencia<br />
como una realidad en sí materializable en la historia o en los colectivos humanos.<br />
9 En gran medida, los estudios sobre la violencia actual remiten a actitudes,<br />
situaciones, relaciones, hechos, mediaciones, estrategias, funciones, cuyo desenvolvimiento<br />
o acciones traen consigo evidencias de daños deliberadamente<br />
infligidos, optados, evitables por parte de los agentes, e indeseados por quienes<br />
los padecen. Ponderar cuáles y cómo son esos daños es parte del problema que<br />
atraviesa la investigación sobre la violencia, pues como bien advierte Eduardo<br />
González Calleja, entre las tareas de la investigación sobre la violencia está<br />
9. El esencialismo de la violencia tiene su propia historia, su intrahistoria, tal vez tan<br />
profunda y lejana como lo muestra Simone Weil cuando advierte que el verdadero<br />
protagonista de la Ilíada es la fuerza: «La fuerza que mata es una forma sumaria, grosera,<br />
de la fuerza. Mucho más variada en sus procedimientos y sorprendente en sus efectos<br />
es la otra fuerza, la que no mata todavía […]. Del poder de transformar un hombre en<br />
una cosa matándolo procede otro poder, mucho más prodigioso aun: el de hacer una<br />
cosa de un hombre que todavía vive» (S. Weil, «La Ilíada o el poema de la fuerza», en<br />
http://www.difusioncultural.uam.mx/revista/feb2001/selva.html). Puede precisamente<br />
advertirse que ante la presencia cuasipermanente de los conflictos protagonizados por<br />
una violencia que mata o esclaviza, la antigua cultura helénica a través de sus poetas<br />
no tuvo reparo en divinizar (reconocida como Bíê) a aquella realidad ambivalente<br />
que trascendía a los agentes de la fuerza, concebidos como factores secundarios ante<br />
el carácter no solo primordial sino propio de una fuerza cósmica primigenia. De tal<br />
manera, la violencia, entidad en sí y por sí, se materializa en el conflicto y sobre todo<br />
en el conflicto armado que es una constante en la vida antigua. Para una aproximación<br />
a esta hipótesis véase Eduardo Nicol, La idea del hombre, 1ª versión, Barcelona, Herder,<br />
2004, pp. 47-70; Jacqueline de Romilly, La Grecia antigua contra la violencia, Madrid,<br />
Gredos, 2010, p. 10 y ss.; Jean Pierre Vernant, El individuo, la muerte y el amor en<br />
la Grecia antigua, Barcelona, Paidós, 2001, pp. 9-79.<br />
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