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HABITACIONES POÉTICAS DEL ESPACIO PÚBLICO<br />
diemos públicamente toda forma de violencia humana solo como un gesto de<br />
buena conciencia. Lo cierto es que –como ciudadanos comunes– nos hemos<br />
vuelto indolentes frente a la generalización de la injusticia y la impunidad en<br />
nuestras sociedades, pero juzgamos y nos dejamos aterrorizar con los montajes<br />
mediáticos de la espectacularidad de la violencia.<br />
Tanto la virtualidad como la espectacularidad de la violencia se han conjuntado<br />
para producir espectáculos que tienen como finalidad última la obtención<br />
de una reacción moralizante de unos públicos selectos y selectivos ante sucesos<br />
polémicos y escandalosos. Es completamente irrelevante si la reacción obtenida<br />
termina siendo una reacción de crítica o una reacción emocional de mera aceptación<br />
o de rechazo; lo que importa es generar la costumbre de juzgar todo lo<br />
que sea exhibido como un espectáculo público, sobre todo si lo hacemos a partir<br />
de nuestras emociones. 7 Después de todo, la maquinaria del terror no tiene más<br />
finalidad que la de fabricar un complicado universo de espejismos y simulacros<br />
a través del poder mediático de las imágenes. La violencia que nos agobia cotidianamente<br />
pocas veces se corresponde con una realidad concreta. Simplemente<br />
nos agobia su virtualidad y espectacularidad. Así que no podemos ignorar todos<br />
los artificios que requiere su montaje, pues este no es muy diferente al de los<br />
espectáculos cinematográficos o televisivos, lo cual implica –como bien ha señalado<br />
Eduardo Subirats– la identidad, no solo de los espectáculos mediáticos de<br />
la vida y de la muerte, su huella y su firma, sino también la identidad entre los<br />
medios y las mediaciones técnicas de una experiencia cada vez más deshumanizada<br />
de la destrucción. 8<br />
Desmontajes poéticos del poder mediático<br />
Cuando Adolfo Sánchez Vázquez quiso poner al descubierto que –siendo<br />
rigurosamente fieles al significado originario de los términos griegos– era<br />
necesario decir poiésis donde solemos decir praxis, su intención era hacer<br />
evidente por qué una filosofía, cuyos conceptos fundamentales él pretendía<br />
exponer y defender en términos de una «filosofía de la praxis», debía ser<br />
concebida, discutida y puesta en práctica como una «filosofía de la poiésis». 9<br />
Lo que estaba en juego, sin embargo, no solo era una mera precisión terminológica,<br />
sino poder formular una tesis completamente contundente sobre<br />
7. Cf. Paul Virilio, Ciudad pánico. El afuera comienza aquí, Buenos Aires, Capital Intelectual,<br />
2011, pp. 29-45.<br />
8. Cf. E. Subirats, Las estrategias del espectáculo. Ensayos sobre estética y teoría crítica,<br />
Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2007, p. 38.<br />
9. Cf. Adolfo Sánchez Vázquez, Filosofía de la praxis, 3a. ed., México Siglo xxi, 2003, p. 28.<br />
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