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ESTUDIOS PARA LA NO-<strong>VIOLENCIA</strong> 2<br />
Fallido. El concepto de violencia de Estado supone agencia estatal por efecto<br />
o defecto. Por el contrario, el término Estado fallido descarga todo poder de<br />
agencia del Estado respecto a la violencia. Este término, generalizado por la<br />
prensa para describir un estado de debilidad institucional generalizado, supone<br />
que el Estado ha perdido la capacidad de detentar el monopolio legítimo de<br />
la violencia sobre su territorio y que por ello toda la violencia que se produce<br />
en su territorio es debida a particulares. De esta noción, que carece de respaldo<br />
académico, se desprende una de las justificaciones liberales de la guerra en<br />
nombre de la democracia que abordamos con más detalle en la siguiente sección.<br />
La idea de Estado fallido, al suponer debilidad institucional, plantea la necesidad<br />
de fortalecer al Estado en su aparato represor o incluso justifica la intervención<br />
violenta de otros Estados para instaurar instituciones democráticas.<br />
Una salida fácil al problema de las tensiones y las complicidades sería afirmar<br />
que en realidad si una democracia guarda complicidad con la violencia entonces<br />
tendríamos que sospechar de su carácter democrático. Sin embargo, decir que las<br />
tensiones y complicidades son tales porque en realidad se está hablando siempre<br />
de falsas democracias no supone solución alguna a estas paradojas. Recordemos<br />
que la democracia es ambas cosas: un ideal –horizonte normativo– y un sistema<br />
realmente existente sobre el que se deposita la expectativa del cumplimiento de<br />
ese ideal. Y a pesar de que la democracia representativa es depositaria de este<br />
ideal normativo como sistema político, su promesa es más acotada de lo que<br />
suele reconocerse. Por ejemplo, en la visión elitista y minimalista de Schumpeter,<br />
14 de democracia (a la que llamamos aquí el régimen político realmente<br />
existente) abandona la idea de bien común, pues se entiende que en sociedades<br />
altamente complejas y diferenciadas alcanzar este ideal es imposible –o que en<br />
caso de alcanzarse este no lograría atender a la diversidad de problemas particulares–<br />
y que incluirlo en la definición de democracia desconoce que la función<br />
de un sistema político es el de formular un algoritmo para alcanzar decisiones<br />
políticas sin tener que apelar a ideales universales. Una de las principales críticas<br />
al concepto mínimo de democracia proviene de su falta para formular una<br />
noción de Estado democrático y circunscribir sus dominios exclusivamente al<br />
sistema político. Frente a ello, conceptos como el de O’Donnell 15 proponen<br />
que la democracia política no solo supone la existencia de cualquier Estado,<br />
sino uno democrático, es decir uno con el entramado institucional jurídico que<br />
respalde una agencia política completa más allá de las elecciones competidas.<br />
En cualquier caso, si apelamos al sentido estricto del análisis político comparado,<br />
las democracias que guardan complicidades con la violencia que hemos<br />
14. Joseph Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy, New York, Harper, 1995.<br />
15. Guillermo O’Donnell, Dissonances: Democratic Critiques of Democracy, Indiana,<br />
University of Notre Dame Press, 2007.<br />
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