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HABITACIONES POÉTICAS DEL ESPACIO PÚBLICO<br />
Las habitaciones poéticas de las ciudades en duelo<br />
Con alguna frecuencia las ciudades se nos presentan como espacios inhabitables.<br />
No importa que de hecho vivamos o transitemos en ellas todos los<br />
días, o que este tipo de residencia artificial esté respaldada por un título de<br />
propiedad o el pago de una renta. A veces simplemente es imposible habitarlas<br />
–aunque ese sea nuestro derecho– porque no somos capaces de imaginar un<br />
modo adecuado para hacerlas habitables o porque simplemente no es posible<br />
habitarlas debido a su violencia inherente. Cuando algunas de estas dos cosas<br />
sucede, por más esfuerzos que realicemos para habitarlas o hacerlas habitables,<br />
las ciudades siguen reproduciendo su hostilidad e inhospitalidad, agotando<br />
poco a poco todas las potencias imaginarias de la ciudadanía, así como otras<br />
vitalidades civiles, hasta generar su completa destrucción o autodestrucción.<br />
A menos que un número suficiente de ciudadanos logre descifrar y superar<br />
los paradójicos enigmas de su violencia, venciendo de un modo creativo y<br />
comunitario la enigmática imposibilidad de su habitación.<br />
Por otro lado, resulta evidente que no podríamos hablar de una vida civilizada<br />
sin una asimilación simbólico-imaginaria de todos los acontecimientos dramáticos<br />
que tienen lugar cotidianamente en los diversos escenarios de nuestra<br />
civilización, empezando con el dramatismo implicado en toda construcción o<br />
reproducción material de nuestra vida civilizada. La barbarie humana no solo<br />
muestra sus feos rostros y los horrores de su violencia en los límites extremos<br />
o radicales de un proceso civilizatorio; como sucede con las guerras genocidas o<br />
los crímenes ecológicos. Con alguna frecuencia también hace su desconcertante<br />
y devastadora emergencia en los mejores momentos de la vida civilizada,<br />
a través de la agresiva sacralización de sus más preciados tesoros y espacios, que<br />
se vuelven intocables del mismo modo en que se han vuelto privados e inaccesibles<br />
hasta los más superfluos e insignificantes beneficios de la civilización.<br />
La actual imposibilidad de habitar los espacios de nuestra vida civilizada es el<br />
síntoma de perder la capacidad de habitar el mundo mientras le dábamos un<br />
giro capitalista a la mayoría de nuestros procesos civilizatorios. Es por eso que<br />
resulta conveniente subrayar –siguiendo a Giorgio Agamben– que los ciudadanos<br />
de las sociedades capitalistas:<br />
Dondequiera que vayan, ellos encuentran multiplicada y llevada al extremo<br />
la misma imposibilidad de habitar que habían conocido en sus casas y en<br />
sus ciudades, la misma incapacidad de usar que habían experimentado en los<br />
supermercados, en los shoppings y en los espectáculos televisivos. 16<br />
16. G. Agamben, Profanaciones, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2013, p. 110.<br />
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