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VIOLENCIA 2

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ESTUDIOS PARA LA NO-<strong>VIOLENCIA</strong> 2<br />

rizomática, 31 como cuerpo sin órganos (CsO). 32 La intervención poética de nuestro<br />

cuerpo posibilita la habitación de las diversas comunidades a las que nos hemos<br />

incorporado o a las que deseamos incorporarnos, y su intervención simbólica<br />

implica la intervención material de las múltiples relaciones que lo conforman,<br />

transformando el flujo de energías que lo constituyen y que activan todas sus<br />

potencias, interrumpiendo –aunque solo sea un momento– toda impotencia,<br />

toda pasividad, toda sujeción o dominación posibles. 33<br />

No hay nada más estimulante que pensar en todo aquello que hace posible<br />

la construcción poética de comunidades vivas más allá del conveniente acuerdo<br />

jurídico de reconocernos el derecho a «vivir juntos», 34 pues ese es un marco<br />

que nos puede dejar atrapados en los perversos caminos de la tolerancia. 35 Por<br />

lo pronto, es suficiente con destacar que la vieja idea de un «cuerpo político»,<br />

al ser ligada a la idea de sus posibles habitaciones poéticas, a la imaginación de<br />

los diversos modos de construir su habitación, nos obliga a pensar en el cuerpo<br />

político como una red comunitaria que necesita los cuidados de un cuerpo vivo y no<br />

solo las procuraciones teóricas de un cuerpo abstracto. Como cuerpo vivo, el cuerpo<br />

social está conformado por los duelos de sus comunidades, por sus deseos, esperanzas,<br />

angustias y alegrías. Sabemos que para el aparato de Estado lo único<br />

que es necesario cuidar son las funciones orgánicas del cuerpo político para conservar<br />

así –como razón de Estado–, no su vitalidad y sus fuerzas activas, sino<br />

su gubernamentalidad. Pero como cuerpo vivo, 36 en cambio, lo más importante<br />

31. Cf. G. Deleuze y F. Guattari, Mil mesetas… op. cit., pp. 38-39.<br />

32. Cf. Ibid., pp. 155-171.<br />

33. Cf. Maurice Blanchot, La comunidad inconfesable, Madrid, Arena Libros, 2002, pp.<br />

57-59; poniendo atención especialmente a lo que dice acerca de que el «pueblo» puede<br />

llegar a constituirse o manifestarse espontáneamente en las calles, como una multitud<br />

indiferenciada y sin organización, logrando activar toda su potencia política, su «presencia<br />

perfecta» como comunidad comunista, a condición de declarar su impotencia.<br />

Esta sería la «comunidad inconfesable», sobre la que sostendría al final de su libro que:<br />

«Se encontrará así que ella tiene también un sentido político acuciante y que no nos<br />

permite desinteresarnos del tiempo presente, el cual, abriendo desconocidos espacios<br />

de libertades, nos hace responsables de nuevas relaciones, siempre amenazadas, con las<br />

que siempre se cuenta, entre lo que llamamos obra y lo que llamamos desobra (désœuvrément)»,<br />

pp. 94-95.<br />

34. Cf. Jean-Luc. Nancy, La ciudad a lo lejos, op. cit., pp. 103-111.<br />

35. Cf. Aurelio Arteta, «La tolerancia como barbarie», en Manuel Cruz (comp.), Tolerancia<br />

o barbarie, Barcelona, Gedisa, 1998, pp. 51-76; así como Jean-Luc Nancy, La<br />

comunidad enfrentada, Lanús, La Cebra, 2014, p. 11.<br />

36. Cf. G. Deleuze y F. Guattari, Mil mesetas… op. cit., p. 37: «El cuerpo sin órga-<br />

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