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Reflexiones

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JUEVES 4 DE ENERO<br />

1. ¿Un Déjà vu? 2. Maestro, ¿dónde vives? 3. Momentos estelares de tu vida.<br />

1. Al leer el evangelio de la Misa de hoy, o al escucharlo antes si has asistido hoy a la celebración de<br />

la eucaristía, es posible que se te haya pasado por la cabeza si no habría un error, si no se habrían<br />

equivocado y han vuelto a poner el evangelio de ayer. Y es que el comienzo es casi calcado: Al día<br />

siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el<br />

Cordero de Dios» (Jn 1, 35-36). La diferencia es que, si ayer Juan exclamaba en alto para todos los que<br />

tenía cerca quién era Jesús, hoy parece que es una declaración especialmente dirigida a esos dos<br />

discípulos que le acompañan: Juan les señala quién es el Salvador para que puedan reconocerlo.<br />

Es importante que repares en que, si no fuera por la indicación del Bautista, aquellos dos no se<br />

habrían fijado en Jesús aquel día ni habrían llegado a conocer que es el Mesías de Dios. Y todo ello a<br />

pesar de que pasa delante de ellos, como lo hizo por delante de Juan. Pero es necesario una señal, una<br />

indicación, algo que ponga en la pista para poder seguirle, como hicieron aquellos dos.<br />

Jesús pasa también hoy por delante de nosotros, pasa a tu lado esperando que le reconozcas. Lo hace<br />

a través de personas, acontecimientos, situaciones que vives. Se presenta con la cruz en una<br />

contradicción que padeces o en un sufrimiento, lo hace con la alegría que nos hace pregustar el cielo<br />

cuando gozas en la tierra de los bienes que anuncian los definitivos, cuando gozas de la amistad, del amor<br />

de verdad, de la belleza de la creación. Pasa a tu lado y ¡ojalá lo reconozcas! Porque también hoy tienes<br />

quien te lo señale en tu vida, si le dejas hacerlo y te acercas lo suficiente a él como hicieron los dos<br />

discípulos con Juan el Bautista. Me refiero a la Iglesia con su Magisterio y su predicación, pero también<br />

me refiero a tu sacerdote, o la persona de tu confianza a la que abres el alma en confidencia –¡y ojalá<br />

cuentes con esa persona en tu vida!–. Son para ti como el Bautista, te enseñan a reconocer a Cristo<br />

cuando este pasa a tu lado.<br />

2. Continúa Juan con su relato: Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se<br />

volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que<br />

significa Maestro), ¿dónde vives?» (Jn 1, 37-38). El diálogo entre Jesús y los dos discípulos de Juan es<br />

breve, directo, pero cargado de significado. A la pregunta de Jesús sobre qué es lo que buscan responde<br />

ya la misma manera en que se dirigen a Él usando el término «Rabí». Rabí significa, como dice el propio<br />

evangelio, maestro. ¿Pero maestro en qué? No en cualquier cosa, sino maestro en lo que se refiere a<br />

Dios. El rabí es quien interpreta la Escritura, el que muestra el camino hacia Dios, el que enseña cómo<br />

dirigirse a Él en la oración. Al llamarle rabí está ya manifestando por qué le han seguido: han aceptado la<br />

palabra de Juan y han reconocido en Jesús a aquel que les puede llevar por los caminos de Dios en la

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