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Reflexiones

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voy a querer limpiarte! Tus llagas son mis llagas, tu abandono es mi abandono, tu dolor es mi dolor”».<br />

Meditar, despacio, los diferentes perfiles del corazón de Jesús nos permite asomarnos a ese abismo de<br />

infinita ternura de Dios. No contemples el corazón de Jesús como quien mira un objeto bonito en una<br />

vitrina. Contémplalo para desear que el Espíritu Santo moldee tu corazón a la medida del corazón de<br />

Jesús. Conmuévete ante quien Jesús se conmueve para que tu corazón sea parecido al suyo. ¿Existe algo<br />

más grande que esto? ¿Encontrarás un amor mayor en otro sitio? Solo quien se conmueve ante el corazón<br />

de Jesús es capaz de entregar su vida, porque la vida santa no es otra cosa más que corresponder desde<br />

nuestra debilidad a la infinita compasión que Jesús ha tenido con cada uno de nosotros.<br />

3. El leproso volvió a sentir el contacto de una carne sana. Años sin sentir nada y la mano de Jesús<br />

acarició su carne y curó sus heridas. Jesús, Verbo de Dios encarnado, obra sus milagros por medio del<br />

poder del Espíritu Santo, Caridad de Dios Padre, que habita en él. Perdona si esto te parece muy elevado<br />

o demasiado teológico pero encierra algo precioso para nosotros. ¿Qué significa todo eso? Cuando Dios<br />

creó al hombre, lo hizo a su imagen y semejanza por medio del Verbo y del Espíritu Santo. Creados a<br />

imagen de Dios, el Espíritu Santo era el «encargado» de otorgarle al hombre semejanza divina. Cuando<br />

se produjo el pecado original, dice san Ireneo de Lyon, el hombre perdió la semejanza divina pero<br />

conservó su imagen. Toda la historia del hombre es devolverle a la imagen de Dios, que es su semejanza<br />

por obra del Espíritu Santo, es decir, por medio de la Caridad de Dios.<br />

Ejercer la caridad con un leproso, en este caso, o con un necesitado es reproducir el mismo gesto de<br />

Dios. Al vivir la caridad devolvemos a los hombres la semejanza que el pecado les ha arrebatado. Por<br />

eso, en el ejercicio de la caridad podemos descubrir a Jesús. Cuentan de Madre Teresa que recogió en<br />

las calles de Calcuta a un leproso. Lo lavó, le curó las heridas y lo vistió. El leproso murió al día<br />

siguiente pero justo antes de morir dijo: «toda mi vida he vivido como un animal, ahora muero como un<br />

hijo de Dios». La caridad de Jesús por medio de una humilde mujer le devolvió su verdadera identidad,<br />

le hizo saberse hijo de Dios. Ser la luz de Jesús para que Él, por medio de nosotros, pueda devolver a los<br />

menos amados su verdadera identidad es una vocación preciosa. Por eso, el sacramento de la confesión,<br />

la caridad vivida hasta el extremo son tan necesarias en el mundo. Ojalá que tu corazón sienta deseos de<br />

ser instrumento de la infinita caridad de Jesús con los hombres.<br />

EVANGELIO<br />

San Marcos 1, 40-45<br />

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes<br />

limpiarme. Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: quiero: queda limpio. La lepra se le<br />

quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: No se lo digas a nadie;<br />

pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.

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