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Reflexiones

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MIÉRCOLES 24 DE ENERO<br />

1. La sabiduría de un gran director de almas. 2. Buscar la santidad conforme al propio estado y<br />

circunstancias. 3. Más sobre cómo responder a la llamada a la santidad.<br />

1. Afirmó en una ocasión uno de los mejores directores de orquesta del siglo XX, Herbert von<br />

Karajan, que «el arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a<br />

la orquesta». Lo decía a propósito del peor vicio que puede tener un director: pasar por encima de las<br />

obras que ha de interpretar sometiéndolas por completo a su idea, cuando lo que ha de buscar es que su<br />

talento saque a relucir la riqueza encerrada en la partitura con su lectura de la misma. Algo semejante se<br />

puede decir de la dirección de almas. Un buen director no toma decisiones por el alma que se le confía,<br />

ni busca imponer su idea sobre ella, tan solo busca que encuentre su camino y pueda sacar de sí lo mejor<br />

que Dios sembró en ella, algo que sucede siempre cuando se da con la respuesta adecuada a la llamada<br />

divina. Hoy celebramos a un gran director de almas, calificativo que le dio Benedicto XVI al dedicarle<br />

una de sus audiencias de los miércoles, se trata de san Francisco de Sales.<br />

Dirigir almas a Dios, esa fue la gran pasión de san Francisco de Sales. Hacer que muchos<br />

descubrieran el modo de responder en su vida a la llamada que Dios hace a cada corazón. Precisamente<br />

esta pasión le llevó a escribir la que quizá es su obra más famosa, y desde luego una de las más leídas<br />

desde el momento de su publicación hasta nuestros días por todos aquellos que buscan progresar en su<br />

vida de piedad, se trata de la «Introducción a la vida devota». Una obra dirigida a una tal Filotea,<br />

nombre que significa amiga de Dios, y que representa a toda alma que busca esta amistad. El presupuesto<br />

de toda la obra lo declara el santo obispo de Ginebra al comienzo de la misma: «Tú aspiras a la<br />

devoción, queridísima Filotea, porque eres cristiana y sabes que es una virtud sumamente agradable a la<br />

divina Majestad»11. Pero, como decía un sacerdote sabio con frecuencia: «No se puede dar nada por<br />

supuesto». Y, por eso, no está demás que te preguntes si, efectivamente, buscas la devoción, es decir, la<br />

intimidad con Dios, vivir según sus palabras y, en suma, la santidad. Porque de esto depende todo lo<br />

demás, el provecho de este rato de oración sin ir más lejos.<br />

2. El trato con Dios, la intimidad con Él, es algo a lo que estamos llamados todos sus hijos, sea cual<br />

sea nuestra situación personal y vocación particular. No es algo exclusivo de los sacerdotes o los<br />

religiosos. El Concilio Vaticano II ya se encargó de proclamarlo solemnemente: todos los bautizados<br />

están llamados a la santidad. Algo que no es nuevo, pero que se había olvidado con frecuencia, a pesar<br />

de los esfuerzos de santos como san Francisco de Sales a finales del siglo XVI y principios del siglo<br />

XVII o, más recientemente, de san Josemaría. La doctrina no es nueva, ni la dificultad para asumirla<br />

tampoco. Y un error muy común es buscar esa santidad fuera del propio camino. No hace mucho me decía

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