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Reflexiones

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hacia Aquel que es su fuente y su término: “un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y<br />

por el cual somos nosotros” (1 Co 8, 6)» (CEC 2639).<br />

Reconocer que Dios es Dios, que es el Dios de tu vida, y maravillarte con Él, con quien es. Es un<br />

anticipo del cielo, porque allí lo que cautivará por siempre tu alma y te dará la bienaventuranza eterna es<br />

la contemplación de Dios mismo, de su rostro, no el de ninguna obra o criatura suya, por bella y<br />

grandiosa que sea, sino la misma presencia de Dios. Por eso, si lo piensas, la alabanza es para ti ahora en<br />

la tierra una ventana que da al cielo y te anticipa, aunque lógicamente de manera imperfecta y limitada, lo<br />

que te aguarda en el cielo. No lo olvides y haz de esta forma de oración una de tus favoritas.<br />

3. Pero la alabanza de David y su entusiasmo en la danza no es del agrado de todos, sino que disgustó<br />

a su esposa Mical, que no dudó en reprochar al rey lo que ha hecho: «Cómo se ha cubierto hoy de gloria<br />

el rey de Israel, descubriéndose a los ojos de sus servidoras y servidores, como se descubre un<br />

cualquiera» (2 S 6, 20). La vergüenza de Mical, entremezclada con el resentimiento hacia David por la<br />

ruina de su padre Saúl, tendrá un castigo que el Segundo Libro de Samuel refiere lacónicamente: Mical,<br />

hija de Saúl, no tuvo ya hijos en toda la vida (2 S 6, 23).<br />

¿Por qué la actitud de Mical atrae hacia ella este castigo? ¿Qué sentido tiene? Esto mismo se pregunta<br />

el Papa Francisco al reflexionar sobre este texto cuando dice: «¿Qué quiere decir aquí la Palabra de<br />

Dios? Que la alegría, la oración de alabanza nos hace fecundos. Sara bailaba en el momento grande de su<br />

fecundidad, a los noventa años. La fecundidad alaba al Señor. El hombre o la mujer que alaba al Señor,<br />

que reza alabando al Señor –y cuando lo hace es feliz de decirlo–, y goza cuando canta el Santo en la<br />

misa, es un hombre o una mujer fecundo. En cambio, quienes se cierran en la formalidad de una oración<br />

fría, medida, así, tal vez terminan como Mical, en la esterilidad de su formalidad». Y es que, como<br />

meditábamos antes, la alabanza es la más gratuita de las formas de oración, porque no pide nada a Dios,<br />

no se fija tampoco en ninguna de sus obras para darle gracias por algo recibido, sino que le mira<br />

únicamente a Él y se deleita en que es Dios. Y de esta gratuidad nace la fecundidad de la oración. No lo<br />

olvides, si quieres que tu oración sea eficaz, olvídate de todo y alaba a Dios, todo lo demás vendrá por<br />

añadidura.<br />

EVANGELIO<br />

San Marcos 3, 31-35<br />

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar. La<br />

gente que tenía sentada alrededor le dijo: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Les<br />

contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y, paseando la mirada por el corro, dijo: Estos son mi<br />

madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.

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