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Reflexiones

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MIÉRCOLES 31 DE ENERO<br />

1. Hoy la cosa va de sueños. 2. A su debido tiempo entenderás. 3. Tu mejor maestra y tu mayor<br />

auxilio.<br />

1. En la vida de san Juan Bosco, a quien celebramos el día de hoy, se cuentan más de cien sueños que<br />

tuvo desde los nueve años en adelante. Al principio él no les daba mayor importancia, pero luego se fue<br />

dando cuenta de que aquellos sueños traían de parte de Dios luces para su propia vida y la de los demás.<br />

Entonces empezó a contarlos a sus discípulos de mayor confianza. No había pensado escribirlos, pero el<br />

Sumo Pontífice Pío IX, al darse cuenta del mucho bien que estos sueños podrían hacer a la gente, le<br />

ordenó que los escribiera. No debe extrañarte que Dios hable a sus hijos sirviéndose de los sueños; en la<br />

Sagrada Escritura tienes un amplio testimonio de que el sueño es con frecuencia usado por Dios para<br />

revelar sus planes; así lo puedes constatar con Jacob y el sueño de la escalera al cielo, o con el mismo<br />

san José advertido en sueños de que reciba a María y luego de que ha de huir a Egipto con su esposa y<br />

con el niño. En la meditación de hoy te propongo que empecemos considerando el primer sueño de Don<br />

Bosco, y probablemente el más importante pues revelaba su vocación, que tuvo con nueve años.<br />

Escribe el mismo Don Bosco: «Tuve por entonces un sueño que me quedó profundamente grabado en<br />

la mente para toda la vida. En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso,<br />

donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos<br />

blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, me metí en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos e<br />

insultos. En aquel momento apareció un hombre muy respetable, de varonil aspecto, notablemente<br />

vestido. Un blanco manto le cubría de arriba abajo; pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía<br />

fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos,<br />

añadiendo estas palabras: “No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a estos<br />

tus amigos. Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud”».<br />

¡Y vaya si alcanzó mansedumbre y caridad Don Bosco! Pero, aunque lo de los puñetazos no era el<br />

camino, lo cierto es que sin el ímpetu y la pasión que manifiestan tampoco hubiera sido posible la obra<br />

de san Juan Bosco. Si tienes carácter fuerte y temperamento, no pienses que es una desdicha, dale gracias<br />

a Dios y lucha por dominarlo porque puede ser instrumento de grandes cosas, como lo fue en Don Bosco.<br />

2. Pero el sueño de Don Bosco no termina ahí, a las palabras de aquel misterioso hombre contesta el<br />

niño, mostrando una vez más su carácter: «Le respondí –prosigue Don Bosco la narración–: “¿Quién sois<br />

vos para mandarme estos imposibles?”. Me contestó: “Precisamente porque esto te parece imposible,<br />

debes convertirlo en posible por la obediencia y la adquisición de la ciencia”. “¿En dónde?”, le repuse,<br />

“¿Cómo podré adquirir la ciencia?”. Me dijo entonces: “Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina

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