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suya y que todo lo ha hecho por su rey, solo retumba en sus oídos esa copla. Una frase que quizá solo<br />
responde a hacer que rime mejor, pero que se le hace insoportable a sus oídos. Llegaba feliz por la<br />
victoria, contento con su nuevo hombre de confianza, pero todo se ha truncado cuando al escuchar esa<br />
rima algo se ha torcido en su interior. Como dice el Papa Francisco: «Precisamente en ese momento<br />
concreto, gran victoria comienza a convertirse en una derrota en el corazón del rey. Comienza esa<br />
amargura que lleva a la mente lo que sucedía en el corazón de Caín: comienza ese gusano de los celos y<br />
de la envidia. Al rey Saúl le sucede aquello que le sucedió a Caín cuando el Señor le preguntó: “¿Por qué<br />
te enfureces y andas abatido?. En efecto, el gusano de los celos trae el resentimiento, envidia, amargura”<br />
y también decisiones instintivas, como la de matar. No por casualidad Saúl madura la misma<br />
determinación de Caín: matar. Y decide matar a David»8.<br />
Guárdate de los celos y de la envidia que son puerta a otros males aún peores, así lo demuestra la<br />
historia de Saúl y la de Caín.<br />
3. La envidia es una puerta a pecados peores, así lo considerábamos a propósito de Saúl y también de<br />
Caín. Es verdad que es una puerta que quizá no llegues a cruzar y la envidia quede solo en tu corazón y, a<br />
lo sumo, se manifieste a veces en una crítica y un comentario negativo hacia la persona que te la suscita.<br />
Pero lo que sí es seguro es que esa envidia llenará de tristeza y de amargura tu alma. Porque la envidia y<br />
los celos son una de las fuentes principales de tristeza, de modo que, cuando a veces andamos así, faltos<br />
de alegría, irritados o bajos de ánimo, no es una mala pregunta para hacernos si no llevaremos alguna<br />
envidia o algún celo en el corazón.<br />
Bien, la envidia es malísima, ciega y llena de tristeza, pero –me dirás– ¿cómo evitarla? ¿Cómo<br />
impedir que anide en el corazón? Quizá el mejor antídoto esté en aprender a alegrarse en el bien de los<br />
demás y agradecérselo a Dios. Ver lo bueno que hay en los otros, solo así nosotros seremos buenos.<br />
Alegrarnos con las alegrías de los demás, solo así tendrás tu alegría. Dejar de mirar de reojo lo que otros<br />
tienen o consiguen, como si eso te quitara a ti algo, y darle gracias a Dios por lo tuyo y por lo de los<br />
demás. A veces te costará, pero, si llevas a tu corazón a hacer esto, la envidia, aunque busque atacarte, se<br />
verá rechazada y arrinconada.<br />
EVANGELIO<br />
San Marcos 3, 7-12<br />
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre<br />
de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea,<br />
de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada<br />
una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se<br />
le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él,