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«cómodos». No es malo ir a esos temas de vez en cuando, lo perjudicial es no salir de ellos, quedarse<br />
siempre en aquello que no escuece por el mero hecho de que no escueza. Cristo te invita a cruzar a la otra<br />
orilla, a salir de tu seguridad y buscar un horizonte nuevo. Medita con calma si no hay temas en tu oración<br />
que no quieres tratar con el Señor, piensa si no será la vocación, la santa pureza, la honestidad con que<br />
cumples tus obligaciones… Vence el miedo y embárcate a repensar todo esto desde la mirada de Dios.<br />
3. Pero ir a la otra orilla tiene también un significado vital, es decir, se refiere también al camino que<br />
Cristo te llama a realizar durante tu vida terrena: el camino al cielo. Un camino en el que la tempestad,<br />
por la misma razón que consideramos antes, está también presente. Y frente a la tempestad y las olas que<br />
se alzan con ferocidad tan solo tienes una barca. El viaje al cielo solo puedes hacerlo en esa barca que<br />
representa a la Iglesia. una barca que se mueve con el vaivén de las olas, como la Iglesia se mueve con la<br />
historia de los hombres y con el correr del tiempo. Una barca que amenaza con sucumbir al temporal cuya<br />
fuerza parece imposible de resistir para una embarcación tan pequeña y endeble. ¡Pídele a Dios no<br />
escandalizarte por la debilidad de la Iglesia! Porque es tu debilidad y la mía.<br />
Sin embargo no cedas al miedo, en la barca está Jesús. En Él reside la única fuerza de la Iglesia. A<br />
veces te puede parecer que duerme, que no le importa lo que pueda suceder con su pequeña embarcación<br />
y sus tripulantes. Y te lo parece porque tú piensas que debería actuar de tal o cual manera, poner fin a tal<br />
o cual maldad, y lo que sucede es que Él espera pacientemente para darnos tiempo. Tiempo para<br />
rectificar, tiempo para acrisolar nuestro amor en la tempestad. Porque Él, aun cuando te parece dormido,<br />
vela siempre por los suyos. Solo has de llamarle: «¡Señor!, ¡que nos hundimos, que me hundo!». Y su<br />
respuesta será inmediata. Hazlo cuando te veas acosado por una tentación, acude al Señor y él la mandará<br />
callar, como hizo con el viento y la tempestad.<br />
EVANGELIO<br />
San Marcos 4, 35-40<br />
Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: Vamos a la otra orilla.<br />
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un<br />
fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido<br />
sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en<br />
pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:<br />
¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Se quedaron espantados y se decían unos a otros: ¿Pero<br />
quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!