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VIERNES 26 DE ENERO<br />
1. Los frutos del reino de Dios se producen sin que sepamos cómo. 2.… pero hay algo que sí está<br />
en tu mano: sembrar. 3. No despreciar lo pequeño.<br />
1. La grandeza de algunas personas despierta sin duda la admiración y también la curiosidad por<br />
saber cómo han llegado a realizar las obras tan extraordinarias que hacen de ellos una luz para todos los<br />
demás. Particularmente sucede esto con los santos. Pienso en el interés que suscitaba madre Teresa de<br />
Calcuta. Recuerdo, por ejemplo, el interés de una famosa periodista americana por saber de ella, de por<br />
qué hacía lo que hacía, de cuáles habían sido las causas de su recorrido vital, etc. Y, en el fondo, todas<br />
las respuestas que se formulan de por qué madre Teresa y no otra persona o de por qué se encendió en<br />
ella esa llama de amor por los más pobres resultan siempre insuficientes y no alcanzan a poner al<br />
descubierto lo que parece ser una sombra de misterio que escapa a nuestra capacidad de entender o<br />
conocer. Y de esto me parece que habla hoy Jesús en el evangelio de la misa cuando dice: «El reino de<br />
Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana;<br />
la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo» (Mc 4, 26-27).<br />
La santidad, el reino de Dios que se encarna en tu vida y en la vida, crece y fructifica sin que<br />
sepamos cómo; es algo que permanece en el misterio que es Dios y que también en buena medida somos<br />
nosotros mismos. Por qué vencemos a la quincuagésima vez en aquello que habíamos caído siempre<br />
antes, o por qué aquello que tanto te irritaba y te hacía perder la paz se torna de repente en algo que ya no<br />
nos pesa tanto, son cosas que no acabamos de comprender del todo. Sí hay algo que podemos tener por<br />
cierto: sabemos que no se debe a nuestra inteligencia, fuerza o virtud, es algo que aparece sin que<br />
sepamos cómo. Así actúa la gracia de Dios; que pensar en ello te haga crecer en humildad y te haga<br />
ponerte más aún en brazos de tu padre Dios.<br />
2. Pero, si te fijas, hay algo que sí hace el hombre que aparece en la parábola que cuenta hoy el<br />
Señor: echa semilla en el campo. ¿Qué significa esto? San Gregorio Magno puede ayudarnos a entenderlo<br />
adecuadamente, dice este gran papa santo: «El hombre echa la semilla en la tierra cuando forma en su<br />
corazón el buen propósito; y después de haber echado la semilla se duerme, porque ya descansa en la<br />
esperanza de haber obrado bien; pero se levanta de noche, porque marcha entre lo próspero y lo adverso;<br />
y la semilla germina y crece sin él darse cuenta, porque, aunque todavía no puede advertir su crecimiento,<br />
la virtud, una vez concebida, camina a la perfección, y de suyo la tierra fructifica, porque, con la gracia<br />
proveniente, el alma del hombre se levanta espontáneamente a la perfección del bien obrar»15.<br />
Si bien es cierto que no está en nuestra mano hacer crecer la semilla y obtener su fruto, sí lo está<br />
echarla en la tierra. La siembra sí depende de ti. Por eso es muy conveniente que en la presencia del