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Reflexiones

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JUEVES 18 DE ENERO<br />

1. La envidia de los fariseos. 2. La envidia ciega nuestro juicio. 3.… y llena de tristeza.<br />

1. Nuevamente el evangelio de la misa de hoy, tomado de san Marcos, nos presenta a Jesús curando<br />

en sábado para desesperación de los fariseos que están cada vez más irritados por ello. Según relata<br />

Marcos: Entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo<br />

estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo (Mc 3, 1-2). ¿Qué les lleva a fijarse<br />

solo en la cuestión del sábado y no en lo prodigiosa que es la curación? Porque es como si estuvieran<br />

ciegos y no vieran lo asombroso de cuanto sucede, y también sordos, pues no atienden a las razones y<br />

explicaciones de Jesús. Solo parecen hervir de ira cada vez que Jesús cura en sábado. ¿Son<br />

verdaderamente razones de conciencia religiosa en relación al respeto del sábado o hay otros motivos?<br />

Quizá la respuesta esté en un pecado tan humano como la envidia. La envidia porque Jesús con su<br />

manera de actuar y de hablar está –permíteme la expresión– comiéndoles el terreno. Ellos son los<br />

expertos en religión, los que establecen la interpretación de la ley, los que dirigen y guían al pueblo en lo<br />

tocante a Dios y a sus costumbres. Y la irrupción de Cristo con su pretensión de ser Él mismo quien<br />

establece una nueva relación con el Padre a través de su persona, dejando de lado las objeciones de otra<br />

índole que pudieran tener, es para ellos un ataque a su posición y a su misión. Se han apropiado de<br />

aquello que se les confió y ahora no quieren perderlo. Son incapaces de poner su atención en el bien que<br />

hace Jesús y en lo maravilloso de su enseñanza porque su mirada está enturbiada por la envidia. Solo ven<br />

en Cristo a un rival, un adversario, alguien que amenaza sus seguridades y su cómoda posición. Les ciega<br />

la envidia y les llena de irritación. Y un síntoma de ello es que andan espiándole, pendientes de lo que<br />

hace, mirando siempre de reojo. Si te descubres así respecto de alguien, un amigo, un compañero o<br />

compañera de estudios o de trabajo, un familiar, piensa si no será que la envidia está instalándose en tu<br />

corazón.<br />

2. La envidia nubla el juicio, ciega a quien se deja llevar por ella. En la Sagrada Escritura aparece<br />

como causa de infinidad de males, desde Caín a Saúl. El caso de este último es paradigmático. David le<br />

ha servido con fidelidad, ha matado a Goliat y guiado a su ejército a la victoria. Sin embargo, nos relata<br />

el Libro de Samuel: A su regreso, cuando David volvía de matar al filisteo, salieron las mujeres de<br />

todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando con tambores, gritos de<br />

alborozo y címbalos. Las mujeres cantaban y repetían al bailar: «Saúl mató a mil, David, a diez mil».<br />

A Saúl lo enojó mucho aquella copla y le pareció mal, pues pensaba: «Han asignado diez mil a David<br />

y mil a mí. No le falta más que la realeza» (1 S 18, 6-9). No importa que, como dice el relato, las<br />

mujeres de Israel salgan a recibir al rey Saúl y alabar su victoria, no ve que la victoria de David es la

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