La Sirena Varada: Año II, Número 12
El duodécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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va a llevar el diablo! —dijo sin entender,<br />
que era lo contrario y no metafóricamente.<br />
Echó la mano hacia atrás<br />
dispuesto a darle un tajo en la cara a<br />
Luciano, pero este que tenía bien sujeta<br />
su arma, con la mano a la altura de<br />
la cintura y la punta apuntando a la<br />
cara de su oponente, atacó mucho más<br />
rápido. Cuando la mano de Domingo<br />
alcanzó la máxima altura para empezar<br />
a bajar, Luciano se echó adelante atacando<br />
con todo el cuerpo lanzando un<br />
tajo más hacia adelante que hacia abajo,<br />
alcanzándole la mano y cortando al<br />
instante el dedo anular y el meñique<br />
que cayeron al suelo seguidos de un<br />
reguero de sangre.<br />
Inmediatamente después del corte,<br />
lo empujó con el pecho con una brutalidad<br />
que lo hizo cruzar el cuarto y<br />
estrellarse contra la pared que tenía a<br />
su espalda. Con el mismo impulso, Luciano<br />
lo siguió con el machete hacia el<br />
frente e inclinándolo porque Domingo<br />
había caído. Le hundió el machete<br />
en el pecho unos cuatro centímetros<br />
directamente en la piel, puesto que<br />
traía la camisa abierta. Domingo gimió,<br />
mostrando unos ojos llenos de miedo<br />
y sintiendo como si tuviera la mano<br />
dentro de una prensa muy apretada y<br />
al rojo vivo. Con el escándalo, Macario<br />
había ido corriendo y ahora estaba en<br />
la puerta del cuarto.<br />
—Déjalo, Luciano, no te metas en<br />
problemas —le dijo, pero sonó casi<br />
indiferente. Luciano no despegaba la<br />
mirada de los ojos del cerdo que había<br />
golpeado a su madre y lastimado<br />
a su hermanita. Inspiró ruidosamente<br />
y echó hacia adelante su cuerpo en el<br />
que tenía recargada la mano, haciendo<br />
que el machete entrara limpiamente<br />
y saliera por la espalda con un movimiento<br />
preciso, como si lo hubiera estado<br />
ensayando. En el movimiento había<br />
acercado la cara como si más bien<br />
quisiera matarlo con la mirada, hasta<br />
estar a veinte centímetros uno de otro.<br />
Todos guardaron silencio mientras Domingo<br />
perdía el resuello y finalmente<br />
puso los ojos en blanco. Macario salió<br />
en silencio con la mirada baja, vio más<br />
de lo que hubiera deseado, nunca más<br />
mencionó lo ocurrido ese día.<br />
Luciano vio un instante su mano y,<br />
moviéndose lentamente, se incorporó;<br />
después, apoyando un pie sobre el<br />
esternón del cadáver, retiró el machete<br />
brutalmente, con una mueca de asco y<br />
desprecio. Se paró unos instantes frente<br />
a Domingo, como si quisiera amedrentarlo<br />
a pesar de estar muerto.<br />
Luego salió con toda calma a la cocina<br />
para guardar el machete bajo el<br />
fogón, donde estaba, no sin dirigir una<br />
mirada su madre, quien abrazaba muy<br />
fuerte a sus dos hijas pareció que le<br />
murmuró «Gracias».<br />
DALLAS - NUEVO LAREDO<br />
<strong>La</strong> última noche en Dallas, José Ángel<br />
fue con su hermano y sus primos a una<br />
especie de fiesta, no eran invitados,<br />
sólo acompañaba a su hermano que<br />
dijo que tenía que hacer un mandado.<br />
Mientras esperaban frente a los departamentos,<br />
en el silencio de la madrugada<br />
sólo interrumpido por algunos<br />
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