La Sirena Varada: Año II, Número 12
El duodécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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—Sí, cariño, tengo la leche y los huevos.<br />
Sí, lo sé, tenemos que estar con los<br />
Fuentes a las 8:00. Estaré en casa en 30<br />
minutos. Yo también te amo.<br />
David guarda su teléfono celular en<br />
su bolsillo y saca la llave de su coche.<br />
Mira en dirección a una conmoción que<br />
se va formando frente a un local vacío<br />
próximo al colmado, pero no presta<br />
mucha importancia. <strong>La</strong> figura de una<br />
hermosa joven morena es lo que realmente<br />
captura su atención. Tendrá<br />
unos diecinueve o veinte años de edad,<br />
con pelo largo y levemente rizado cubriéndole<br />
la mitad de la espalda, delgada<br />
pero con pronunciadas curvas en las<br />
partes correctas. <strong>La</strong> joven se encuentra<br />
junto a su coche. Su blusa ajustada<br />
sigue la forma de su generoso pecho,<br />
marcando perfectamente sus redondos<br />
y firmes senos. David no puede dejar de<br />
mirarla, mira hacia abajo, a las piernas<br />
de la joven, un par de fantásticas piernas<br />
largas. <strong>La</strong> corta falda, cubriendo<br />
menos de la mitad de sus muslos, deja<br />
poco a la imaginación de David, o más<br />
bien, comienza a estimulársela.<br />
—Disculpe —dice la joven en un tono<br />
tímido, despertando a David de su letargo—.<br />
Siento molestarlo, pero necesito<br />
su ayuda.<br />
David está encantado con su melódica<br />
y dulce voz. Él mira sus ojos marrón<br />
claro, sus sensuales labios, brillosos<br />
por la humedad de su saliva; y su piel<br />
de color cobre, impresionantemente<br />
hermosa, sin imperfecciones visibles.<br />
David no se sorprendería si la joven fuera<br />
la hija del mismísimo Quetzalcóatl.<br />
—Mi nombre es Astrid y tengo un problema.<br />
Me supone que hubiera regresado<br />
a mi casa hace ya un buen rato;<br />
mi madre de seguro que se encuentra<br />
sumamente preocupada, y como sabe,<br />
el sistema de taxis es carísimo y los autobuses,<br />
bueno, con esos es como sacarse<br />
la lotería cuando pasa uno. ¿Me<br />
pregunto si pudiera llevarme a mi casa,<br />
o al menos cerca?<br />
—Me gustaría poder ayudarte, pero<br />
también tengo prisa. Mi esposa y yo<br />
tenemos una cita con unos amigos y<br />
ya se me está hacienda tarde. Necesito<br />
estar en casa pronto.<br />
—Mi calle no está lejos de aquí. Vivo<br />
en la calle Del Moral, a unos veinte minutos<br />
en coche.<br />
—¿Del Moral? Casualmente necesito<br />
pasar por ese lugar, está en mi ruta —David<br />
piensa por un momento. <strong>La</strong> joven es<br />
atractiva, pero por su vestimenta no puede<br />
descifrar si es una prostituta o solo una<br />
joven que se deja llevar por los extremos<br />
de la moda moderna, pero una fuerza<br />
inexplicable en su interior lo convence de<br />
ayudarla—. Está bien, puedo llevarte hasta<br />
allí, pero solo hasta la intersección —le<br />
abre la puerta del pasajero para ella y él<br />
coloca la bolsa del colmado en el maletero<br />
antes de entrar también en el coche.<br />
Se pone en marcha, un distante sonido de<br />
sirenas se va haciendo más fuerte en cada<br />
momento. Mira por el espejo retrovisor y<br />
ve tres autos policiacos detenerse precisamente<br />
en el local donde se está formando<br />
la conmoción que había presenciado<br />
unos segundos antes. <strong>La</strong> camioneta del<br />
noticiario se acerca rápidamente en dirección<br />
contraria a la que él está tomando.<br />
—¿Debe haber sucedido algo importante,<br />
que habrá sido?<br />
<strong>La</strong> joven no dice nada, no reacciona al<br />
comentario, mantiene su serio semblante.<br />
—Supongo que nos hemos visto antes,<br />
me pareces familiar.<br />
Ella sigue sin decir palabra, manteniendo<br />
su mirando fija hacia la carretera, como<br />
si fuera una muñeca de plástico gigante.<br />
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