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La Sirena Varada: Año II, Número 12

El duodécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

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—Claro, debió enterarse al segundo<br />

o tercer asesinato —Claudia apagó el<br />

motor del automóvil y ambos se quedaron<br />

dentro. Julio, sin pensarlo sacó<br />

otro cigarrillo—. Estas cosas no escapan<br />

de su oficina y menos si de alguna<br />

manera le puede perjudicar. Pero al<br />

final eso nos conviene, nos van a dar<br />

todo lo que podamos necesitar.<br />

—Dinero, y mucho… esto no va a ser<br />

sencillo —añadió Claudia, después de<br />

haberse estacionado y mientras apagaba<br />

el motor del automóvil. Ambos guardaron<br />

silencio mientras que, a su alrededor,<br />

la vida nocturna del lugar se mostraba<br />

en todo su esplendor. Julio sacó la cajetilla<br />

de su cazadora y la entregó a Claudia,<br />

quien tomó uno de los cigarrillos y lo encendió<br />

rápidamente, con el encendedor<br />

que también estaba dentro de la cajetilla.<br />

A su alrededor, diversos grupos de jóvenes<br />

entraban y salían de las discotecas<br />

que había en toda la zona.<br />

—Bueno, ya, lo que sea que tenga que<br />

pasar, pasará… y no podremos evitarlo.<br />

Si tenemos que esperar a que vuelva<br />

a matar para capturarlo entonces<br />

así tendrá que ser —exclamó Claudia,<br />

estirando su cuerpo sobre el asiento<br />

mientras exhalaba el humo del cigarrillo.<br />

Después abrió la ventanilla del<br />

automóvil, dejando entrar el sonido de<br />

la música de las discotecas, el cual se<br />

mezclaba formando una infortunada<br />

melodía—. ¿En qué disco se supone<br />

que iban a estar Aurora y <strong>La</strong>ura? —Julio<br />

guardó silencio un momento, para después<br />

lanzar una ligera carcajada—. ¿De<br />

qué te ríes, pendejo?<br />

—Es que se supone que teníamos que<br />

verlas en el Magic Circus —respondió<br />

Julio, aun riendo. Claudia azotó las manos<br />

en el volante, para después lanzar<br />

el cigarrillo por la ventanilla.<br />

—No mames, ¿y por qué no me dijiste<br />

antes? A mi <strong>La</strong>ura me había dicho que<br />

era en Satélite.<br />

—Sí, pero <strong>La</strong>ura no conoce nada de<br />

esta zona, no puedes culparla por decirte…<br />

—después de azotar las manos<br />

en el volante, Claudia encendió de<br />

nueva cuenta el automóvil y lo aceleró<br />

bruscamente. <strong>La</strong> lluvia se disolvía poco<br />

a poco en el pavimento, reflejando todas<br />

las luces de los bares y discotecas<br />

de la calle.<br />

Continúa en el siguiente número...<br />

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