La Sirena Varada: Año II, Número 12
El duodécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
El duodécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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Siempre le gustó ese nombre y le sonaba<br />
muy varonil. Su madre siempre<br />
pensó que así se llamaba el padre de<br />
la criatura, pero nunca preguntó, no le<br />
hubiera gustado saber que su hija no<br />
se acordaba de su nombre ni de su cara.<br />
Ramón Ruiz creció rodeado de vendedores<br />
ambulantes, masticando elotes<br />
tan pronto como le salieron los dientes<br />
y mimado por su abuela, quien siempre<br />
lo vio como un niño que tenía que nacer<br />
así sin padre, que no había otra alternativa<br />
en esa ciudad con ese ambiente.<br />
Rosa siempre soñó con regresar a Mexquitic<br />
y se complacía en imaginar a su<br />
nieto alimentando a las gallinas o cuidando<br />
las borregas, sueños sin fundamento<br />
porque en Mexquitic de Carmona<br />
no tenían casa, ni terreno, ni ninguna<br />
otra cosa que los llevara a regresar.<br />
Cuando Ramón cumplió dos años,<br />
Rosa Isela empezó a preocuparse por<br />
conseguir un empleo; no fue difícil: una<br />
maquiladora que ensamblaba casetes<br />
de audio estaba contratando mujeres<br />
jóvenes para trabajar de operarias en<br />
sus líneas de producción. Así que dos<br />
días después de decidir que iba a trabajar,<br />
ya se encontraba esperando el<br />
camión de transporte antes del amanecer,<br />
con su bata azul marino y otras<br />
tres personas del rumbo que subirían<br />
al transporte en esa misma parada.<br />
En dicha maquiladora conocería a Lorenzo,<br />
pero eso sería un poco más adelante.<br />
COMAYAGUELA - GUATEMALA<br />
<strong>La</strong> misma tarde que murió Domingo<br />
en un charco de sangre y odiado por<br />
los que lo rodeaban, Luciano salió de<br />
Comayaguela para siempre. También<br />
esa misma tarde Alba Luz volvió a ser<br />
esa joven enamorada de la vida, que se<br />
alegraba con cualquier beneficio que<br />
obtenía y que guardaba en su corazón<br />
los mejores deseos para sus seres amados.<br />
<strong>La</strong> policía no investigó la muerte<br />
de Domingo Márquez, no hubo denuncia<br />
ni verbal, menos escrita, y por esos<br />
rumbos había más crímenes de los que<br />
podían encargarse. Después de las preguntas<br />
de rigor, el cadáver fue trasladado<br />
en un vehículo oficial y depositado<br />
en una fosa donde ponían a los que nadie<br />
reclamaba. A diferencia de su madre<br />
y hermanas, Luciano no sintió que<br />
comenzaba una nueva vida, ya tenía<br />
meses dentro de una pandilla y, aunque<br />
nunca le atrajo una vida que dañara<br />
a otros, sentía cierta satisfacción<br />
cuando golpeaban, herían o mataban a<br />
miembros de bandas rivales, a policías<br />
o a gente que se había enriquecido con<br />
el sufrimiento ajeno. Pocos días después,<br />
en la cantina de Tito Aguacate,<br />
con el jefe de su pandilla, que siempre<br />
lo llevaba a las negociaciones por<br />
el porte imponente que tenía, un empresario<br />
hotelero les ofreció trabajo en<br />
Guatemala. En el pasado ya había con-<br />
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