La Sirena Varada: Año II, Número 12
El duodécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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se incorporó y nuevamente se limpió<br />
los labios con el pañuelo.<br />
—Puta madre, yo no tenía ninguna<br />
necesidad de ver esto.<br />
—Tú fuiste la que quiso venir. Si hubieras<br />
dejado que viniera Aurora...<br />
—Ya cállate, animal. Y mejor vámonos<br />
antes de que se nos haga tarde —exclamó<br />
Claudia, mientras observaba a los policías<br />
riendo entre dientes—. ¡Y ustedes<br />
de que se ríen, bola de pendejos? ¡Órale,<br />
cabrones, a trabajar, que para eso les pagan!<br />
—Claudia trató de caminar hacia los<br />
policías, que habían dejado de reír, pero<br />
Julio la detuvo tomándola del brazo. En<br />
ese momento Jaime salió por la puerta<br />
del departamento y el grupo de policías<br />
continuó con sus labores al verlo. Jaime<br />
caminó de forma apresurada hasta Julio<br />
y Claudia—. ¿Y bien? ¿Ya puedes decirnos<br />
que chingados pasó ahí?<br />
—Yo no lo sé, por eso están ustedes<br />
aquí —respondió Jaime, mientras Julio<br />
encendía un cigarrillo, Claudia mostró<br />
una mueca de hastío.<br />
—¿Y qué pistas tienen al respecto? —preguntó<br />
Julio, exhalando por la nariz el humo.<br />
—No tenemos nada en realidad, lo<br />
único que sabemos es que es la quinta<br />
víctima con el mismo móvil. Todas son<br />
mujeres entre los veinte y veinticinco<br />
años, los brazos y la cabeza siempre<br />
son colocados en la misma forma y los<br />
órganos, en todos los casos, también<br />
son removidos, aunque nunca están en<br />
la escena. Además, todo está limpio.<br />
—¿Y cómo chingados es posible que<br />
no tengan ninguna pista? ¡Carajo! ¡Tendrían<br />
que haber alertado a la población<br />
ya! Muchas mujeres están en peligro y<br />
ustedes como si no pasara...<br />
—¿Desde hace cuánto tiempo está<br />
sucediendo? —interrumpió Julio a<br />
Claudia, ella le sacó la cajetilla de la<br />
cazadora y tomó un cigarrillo mientras<br />
refunfuñaba entre dientes.<br />
—Los asesinatos han ocurrido desde la<br />
semana pasada. Cada tercer día encontramos<br />
un cuerpo nuevo, y todos los hemos<br />
encontrado debido a una llamada<br />
anónima desde un teléfono público que<br />
se realiza el mismo día de los asesinatos.<br />
Estamos tratando de encontrar una relación<br />
entre todas las víctimas pero hasta<br />
el momento no tenemos nada.<br />
—Siendo honestos —intervino Julio—, no<br />
considero que nos necesites para esto. Ustedes<br />
pueden hacer la investigación sin nosotros,<br />
así que...<br />
—No es tan sencillo —interrumpió<br />
Jaime, mientras Claudia se limpiaba de<br />
nuevo los labios—. <strong>La</strong> joven que está ahí<br />
adentro es la hija menor del comandante.<br />
Él, desde un principio, ha tratado de<br />
evitar que todo esto salga a la luz. Ya sabes<br />
que es año de elecciones y un loco<br />
suelto en la ciudad no le beneficiaría a<br />
nadie en lo más mínimo. Pero ahora que<br />
su hija se ha convertido en una víctima<br />
más ya no solo desea justicia, sino que<br />
desea venganza. Y si bien sus hombres<br />
no pueden hacer justicia por su propia<br />
mano, necesitaba a alguien que sí lo pudiera<br />
hacer… —cuando Jaime terminó<br />
de hablar, el rostro de Claudia se descompuso<br />
por un momento, y los únicos<br />
sonidos que podían escucharse eran los<br />
gritos y quejas de los periodistas que infestaban<br />
el cubo de las escaleras. Julio<br />
dio la última bocanada a su cigarrillo y<br />
lo lanzó al suelo, para después pisarlo.<br />
—Entiendo —musitó Julio, mientras<br />
asentía ligeramente—. Dile al comandante<br />
que nosotros nos encargaremos,<br />
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