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El comedor del restaurante,<br />
un escenario que se aleja<br />
de la sobriedad del fine<br />
dining. abajo: David<br />
Muñoz, cocinero.<br />
E<br />
n todo lo que hace hay una calculada<br />
insolencia. Se llama David, pero firma<br />
Dabiz. Su restaurante, Diverxo, lleva<br />
intermedia una equis disruptiva en lugar de<br />
una ese fluida, algo tan de moda ahora pero que puesta<br />
hace trece años, cuando nadie la usaba, era también un<br />
manifiesto. Se refiere a las salsas de XO de Hong Kong,<br />
hechas con mariscos, al tiempo que otorga una<br />
dimensión gráfica a lo que de otro modo sería solo<br />
un nombre.<br />
La historia del cocinero más celebrado de su<br />
generación –tres estrellas Michelin, ‘talento<br />
descomunal’, según el legendario crítico José Carlos<br />
Capel, voceado por los críticos más respetados del<br />
mundo como el mejor restaurante del planeta–, se<br />
inicia en abril de 2007, trece años atrás y 766 mil<br />
seguidores de Instagram menos.<br />
“Quería abrir mi restaurante para hacer mi propia<br />
cocina desde que empecé a estudiar”, me comenta.<br />
“Busqué un local que pudiese abordar a nivel<br />
económico. Pedimos muchos créditos y vendí la casa<br />
que me había comprado cuando empecé a trabajar en<br />
Viridiana, y que llevaba nueve años pagando”. Encontró<br />
un local en una calle pequeñita de Tetuán, de un<br />
restaurante que había servido menú familiar.<br />
Al comienzo solo había platos a la carta, pero a los<br />
seis meses todo cambió. “Después del verano me di<br />
cuenta de que teníamos que tener solamente menú<br />
degustación: la gente que venía a Diverxo venía<br />
buscando un concepto de cocina muy original y muy<br />
diferente, y entendí que era mucho más fácil<br />
que la gente saliera contenta con una oferta de<br />
esas características”.<br />
No es la norma en el mundo que un joven cocinero<br />
abra un restaurante minúsculo, con dos personas en<br />
cocina y dos en sala, y que la gente pida de inmediato<br />
que le revienten el cerebro mostrándole cosas nuevas.<br />
Ayudó que en aquella época, Madrid sólo había tenido<br />
dos cocinas creativas con pretensiones de vanguardia en<br />
su historia, Viridiana y La Broche. “Tenía claro que<br />
Diverxo podía tener el establecimiento más feo, estar<br />
peor ubicado y que el producto que utilizáramos no iba<br />
a ser el más costoso del mundo. Pero también que si<br />
íbamos a hacer las cosas de modo absolutamente<br />
novedoso, que si no nos íbamos a parecer a nada, iba a<br />
haber gente en Madrid en cantidad suficiente con<br />
interés en probar lo que hacíamos, lo que no sabía era<br />
que eso iba a tardar tan poco tiempo”, comenta. “Era un<br />
concepto muy personal, lo más difícil es encontrar<br />
un concepto único, y yo creo que desde ese principio<br />
Diverxo tenía esa vocación de singularidad.”<br />
Desde el comienzo fue una cocina cosmopolita con el<br />
ímpetu de una licuadora cultural, con elementos de<br />
China, India, Perú, España. “Con el paso del tiempo<br />
hemos logrado que esos sabores se separen de la<br />
referencia y se conjuguen en algo más singular.” La<br />
evolución con los años ha sido el destilado de una voz<br />
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JUNIO | JULIO <strong>2020</strong>