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Food & Wine Junio 2020

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E N U N<br />

B U E N<br />

D Í A D E<br />

J U N I O<br />

EN LA ISLA DEL PRÍNCIPE EDUARDO, EL VERANO PASADO, el<br />

granjero Peter Roberts abrió la puerta de un cobertizo de 60<br />

por 20 metros, del que salió un aroma inconfundible: crema<br />

dulce y suelo recién cavado. Era el perfume de 4.4 millones<br />

de libras de papas Russet. Amasados en una imponente torre<br />

de color canela, los tubérculos aguardaban para ser enviados<br />

a los procesadores y para transformarse en miles de millones<br />

de papas fritas y hash browns.<br />

“Mi abuelo empezó con la granja en 1950. Luego mi<br />

padre se hizo cargo”, dijo Roberts, palmeando una russet<br />

del tamaño de su mano. “Fui a la escuela pero no era muy<br />

estudioso. Sabía lo que terminaría por hacer. Me gusta. Estás<br />

afuera, en el aire fresco”. Se requiere trabajo duro y humildad.<br />

“El día antes de plantar hay que recoger rocas”, me dijo<br />

Roberts, explicando por qué sus hijos no lo seguirán en el<br />

negocio familiar. “Una hija vino a casa y sólo me dijo: ‘papá,<br />

renuncio. No voy a seguir recogiendo piedras’. Cuando estás<br />

en secundaria, cultivar papas no es muy cool”.<br />

Pero hay una gracia en ello, especialmente en la Isla del<br />

Príncipe Eduardo, un lugar tan bucólico como se puede<br />

encontrar en el planeta. Aquí las exuberantes tierras verdes<br />

se encuentran con bosques delimitados por el océano<br />

y entrecruzados por arroyos. Las vacas Holstein descansan<br />

en los prados costeros cerca de chozas adornadas con boyas<br />

multicolor. En verano, flores rosas y moradas, con centros<br />

amarillos, crecen en plantas oscuras y frondosas que se<br />

abren paso en el suelo rojizo y férrico. Son las flores que<br />

anuncian la llegada de uno de los alimentos más importantes<br />

en la ‘Isla de la comida’ canadiense: papas, las más preciadas,<br />

cosechadas a medio verano, justo cuando empiezan<br />

a formarse.<br />

Eso me trajo a la isla. Verán, tengo una obsesión con las<br />

papas. Vengo de una familia en la que los mejores platos<br />

de mis respectivas abuelas eran latkes y pierogies de papa.<br />

Como periodista, he viajado a los Andes para visitar productores<br />

en el lugar de nacimiento de este tubérculo y he<br />

entrevistado a genetistas en Estados Unidos. Pero nunca<br />

había comido la primera cosecha, directamente del suelo,<br />

cuando las más jóvenes tienen un sorprendente sabor<br />

lechoso.Esta pequeña provincia en América del Norte es el<br />

lugar para conocer ese sabor.<br />

Los veranos cálidos, los inviernos fríos y la cantidad<br />

correcta de lluvia ayudan a que el tubérculo absorba las bondades<br />

minerales del suelo y el aislamiento de la isla mantiene<br />

a las enfermedades a raya. Las papas se dan tan bien aquí que<br />

una isla, que puedes recorrer en tres horas, suministra un<br />

tercio de la cosecha canadiense, con 150 variedades. El 60%<br />

de la cosecha va a los procesadores, el resto equivale a papas<br />

para consumo y siembra. IPE es la segunda exportadora a<br />

nivel mundial de papas semilla, de cuyos ojos (o yemas) brotan<br />

nuevas plantas. Desde 1700, cuando los colonos europeos<br />

trajeron los tubérculos (una migración inversa para la exportación<br />

del Nuevo Mundo), han sido parte de la identidad de la<br />

isla. Parece que cada isleño está vinculado a un productor de<br />

papas. Muchos cuentan historias como las de Robert, sobre<br />

un trabajo de infancia caminando detrás de una recolectora<br />

para recoger los tubérculos huérfanos que quedaban en<br />

los campos.<br />

Después del trabajo, viene la cena. Aunque los locales<br />

podrían desear mariscos, no hay nada que vaya mejor con<br />

una langosta de verano que un bowl de papas cremosas al<br />

vapor, bañadas con mantequilla derretida y perejil o coronadas<br />

con crema agria. Cuando los turistas se van, en septiembre,<br />

las papas se quedan en la mesa. Hechas puré, fritas<br />

o gratinadas; picadas en ensaladas o cocidas en sopas a fuego<br />

lento, en esta isla las papas son el ancla de cada comida. Ellas<br />

enraizan los platos a la tierra.<br />

Es por esto que Taylore Darnel llama a la clase en la que<br />

me guió ‘La papa omnipresente’. Darnel era entonces la chef<br />

ejecutiva en The Table, un estudio culinario adaptado en una<br />

iglesia de madera a unos 15 minutos de la granja de Robert.<br />

Ahí ella enseñaba a los gastrónomos visitantes cómo cocinar<br />

el producto local: una strata de papa multicolor hecha con<br />

capas de russets, cáscaras rojas, Yukon doradas y papitas<br />

teñidas de azul; ensalada de betabel y papa encurtida; pan de<br />

papa enriquecido con ajo negro; trufas de chocolate envueltas<br />

en nueces, densas y húmedas gracias al puré de papas. “No<br />

puedes tener un tipo de papa en la isla del Príncipe Eduardo”,<br />

decía Darnel, “para donde voltees hay campos de papas”.<br />

Desde las playas del norte en el Golfo de San Lorenzo, hasta<br />

la costa sureña frente a Nueva Escocia, de la Bahía Fortuna en<br />

la costa este hasta O’Leary, en el oeste, recorrí esos campos<br />

en busca de restaurantes que sirven las delicias con papa de<br />

IPE. The Blue Mussel Café, en el pueblo pesquero de North<br />

Rustico, estaba lleno de gente comiendo halibut sellado a la<br />

sartén acompañado con cáscaras de papa rostizadas, papitas<br />

rojas empapadas en ajo, romero y mantequilla local o un<br />

Katelyn Visser, hija del productor Randy<br />

Visser, supervisa los brotes de las plantas de<br />

papa en la granja familiar en Orwell Cove,<br />

Isla del Príncipe Eduardo.<br />

JUNIO | JULIO <strong>2020</strong> 53

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