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E N U N<br />
B U E N<br />
D Í A D E<br />
J U N I O<br />
EN LA ISLA DEL PRÍNCIPE EDUARDO, EL VERANO PASADO, el<br />
granjero Peter Roberts abrió la puerta de un cobertizo de 60<br />
por 20 metros, del que salió un aroma inconfundible: crema<br />
dulce y suelo recién cavado. Era el perfume de 4.4 millones<br />
de libras de papas Russet. Amasados en una imponente torre<br />
de color canela, los tubérculos aguardaban para ser enviados<br />
a los procesadores y para transformarse en miles de millones<br />
de papas fritas y hash browns.<br />
“Mi abuelo empezó con la granja en 1950. Luego mi<br />
padre se hizo cargo”, dijo Roberts, palmeando una russet<br />
del tamaño de su mano. “Fui a la escuela pero no era muy<br />
estudioso. Sabía lo que terminaría por hacer. Me gusta. Estás<br />
afuera, en el aire fresco”. Se requiere trabajo duro y humildad.<br />
“El día antes de plantar hay que recoger rocas”, me dijo<br />
Roberts, explicando por qué sus hijos no lo seguirán en el<br />
negocio familiar. “Una hija vino a casa y sólo me dijo: ‘papá,<br />
renuncio. No voy a seguir recogiendo piedras’. Cuando estás<br />
en secundaria, cultivar papas no es muy cool”.<br />
Pero hay una gracia en ello, especialmente en la Isla del<br />
Príncipe Eduardo, un lugar tan bucólico como se puede<br />
encontrar en el planeta. Aquí las exuberantes tierras verdes<br />
se encuentran con bosques delimitados por el océano<br />
y entrecruzados por arroyos. Las vacas Holstein descansan<br />
en los prados costeros cerca de chozas adornadas con boyas<br />
multicolor. En verano, flores rosas y moradas, con centros<br />
amarillos, crecen en plantas oscuras y frondosas que se<br />
abren paso en el suelo rojizo y férrico. Son las flores que<br />
anuncian la llegada de uno de los alimentos más importantes<br />
en la ‘Isla de la comida’ canadiense: papas, las más preciadas,<br />
cosechadas a medio verano, justo cuando empiezan<br />
a formarse.<br />
Eso me trajo a la isla. Verán, tengo una obsesión con las<br />
papas. Vengo de una familia en la que los mejores platos<br />
de mis respectivas abuelas eran latkes y pierogies de papa.<br />
Como periodista, he viajado a los Andes para visitar productores<br />
en el lugar de nacimiento de este tubérculo y he<br />
entrevistado a genetistas en Estados Unidos. Pero nunca<br />
había comido la primera cosecha, directamente del suelo,<br />
cuando las más jóvenes tienen un sorprendente sabor<br />
lechoso.Esta pequeña provincia en América del Norte es el<br />
lugar para conocer ese sabor.<br />
Los veranos cálidos, los inviernos fríos y la cantidad<br />
correcta de lluvia ayudan a que el tubérculo absorba las bondades<br />
minerales del suelo y el aislamiento de la isla mantiene<br />
a las enfermedades a raya. Las papas se dan tan bien aquí que<br />
una isla, que puedes recorrer en tres horas, suministra un<br />
tercio de la cosecha canadiense, con 150 variedades. El 60%<br />
de la cosecha va a los procesadores, el resto equivale a papas<br />
para consumo y siembra. IPE es la segunda exportadora a<br />
nivel mundial de papas semilla, de cuyos ojos (o yemas) brotan<br />
nuevas plantas. Desde 1700, cuando los colonos europeos<br />
trajeron los tubérculos (una migración inversa para la exportación<br />
del Nuevo Mundo), han sido parte de la identidad de la<br />
isla. Parece que cada isleño está vinculado a un productor de<br />
papas. Muchos cuentan historias como las de Robert, sobre<br />
un trabajo de infancia caminando detrás de una recolectora<br />
para recoger los tubérculos huérfanos que quedaban en<br />
los campos.<br />
Después del trabajo, viene la cena. Aunque los locales<br />
podrían desear mariscos, no hay nada que vaya mejor con<br />
una langosta de verano que un bowl de papas cremosas al<br />
vapor, bañadas con mantequilla derretida y perejil o coronadas<br />
con crema agria. Cuando los turistas se van, en septiembre,<br />
las papas se quedan en la mesa. Hechas puré, fritas<br />
o gratinadas; picadas en ensaladas o cocidas en sopas a fuego<br />
lento, en esta isla las papas son el ancla de cada comida. Ellas<br />
enraizan los platos a la tierra.<br />
Es por esto que Taylore Darnel llama a la clase en la que<br />
me guió ‘La papa omnipresente’. Darnel era entonces la chef<br />
ejecutiva en The Table, un estudio culinario adaptado en una<br />
iglesia de madera a unos 15 minutos de la granja de Robert.<br />
Ahí ella enseñaba a los gastrónomos visitantes cómo cocinar<br />
el producto local: una strata de papa multicolor hecha con<br />
capas de russets, cáscaras rojas, Yukon doradas y papitas<br />
teñidas de azul; ensalada de betabel y papa encurtida; pan de<br />
papa enriquecido con ajo negro; trufas de chocolate envueltas<br />
en nueces, densas y húmedas gracias al puré de papas. “No<br />
puedes tener un tipo de papa en la isla del Príncipe Eduardo”,<br />
decía Darnel, “para donde voltees hay campos de papas”.<br />
Desde las playas del norte en el Golfo de San Lorenzo, hasta<br />
la costa sureña frente a Nueva Escocia, de la Bahía Fortuna en<br />
la costa este hasta O’Leary, en el oeste, recorrí esos campos<br />
en busca de restaurantes que sirven las delicias con papa de<br />
IPE. The Blue Mussel Café, en el pueblo pesquero de North<br />
Rustico, estaba lleno de gente comiendo halibut sellado a la<br />
sartén acompañado con cáscaras de papa rostizadas, papitas<br />
rojas empapadas en ajo, romero y mantequilla local o un<br />
Katelyn Visser, hija del productor Randy<br />
Visser, supervisa los brotes de las plantas de<br />
papa en la granja familiar en Orwell Cove,<br />
Isla del Príncipe Eduardo.<br />
JUNIO | JULIO <strong>2020</strong> 53