El gran vidrioIsabel QuintanaBELLATIN, Mario. El gran vidrio. Barcelona: Anagrama, 2007.Quiero, a partir de ahora, reproducir las imágenes fragmenta<strong>da</strong>s que merodean y que no llevan, como mi vi<strong>da</strong>, a ninguna parte. Aunque para lograrlodeba usar, quizá por última vez, mi gracioso traje de pequeña muñeca de fantasía.Mario BellatinEl último libro de Mario Bellatin, El gran vidrio, subtitulado Tresautobiografías, compuesto de tres nouvelles, es una suerte de culminación desus relatos anteriores ya que el elemento autobiográfico, presente siempreen su obra, se exhibe de manera más exaspera<strong>da</strong> especialmente por mediodel ventrilocuismo de uno de sus personajes y de la inscripción de su nombrepropio, Mario Bellatin, en el texto. Pero también sigue la lógica del retornopermanente de sus narraciones anteriores, que es la lógica de su poética,articula<strong>da</strong>s en torno a las mismas obsesiones: mutilaciones, enferme<strong>da</strong>d,familia y Estado. A partir de una carencia inicial en el cuerpo de sus personajes,se generan historias teñi<strong>da</strong>s de rasgos alucinatorios en donde se vuelveuna y otra vez sobre una escena originaria: la mostración exhibicionista delas cuali<strong>da</strong>des monstruosas de los cuerpos de los hijos y, a la vez, la pulsiónortopédica de los padres y las instituciones. La diferencia es, así, un dispositivonarrativo que genera relatos perturbadores y, al mismo tiempo, sumamenteestetizados. De un fondo oscuro, entonces, resurgen historias, bordeando unatrama, destilándose para <strong>da</strong>r cuenta de la desmesura (por presencia o ausencia),de aquello que no permite una inscripción en el relato familiar y social.El gran vidrio, a su vez, remite a dos coordena<strong>da</strong>s espaciales-simbólicasdiferentes: la obra homónima de Marcel Duchamp y el carnaval que realizanlos sin techo sobre los escombros de los edificios derribados que anteslos albergaban. Si la obra de Duchamp abre paso a una cuarta dimensiónen donde el observador traspasa con su mira<strong>da</strong> el objeto (el vidrio) paraencontrarse con otros objetos y signos, es este aspecto lúdico-onírico (ladimensión espacial se amplía y el vidrio se vuelve el espejo desfiguradodel mundo) el que retorna en la obra de Bellatin como principio constructivode su obra. En los mundos paralelos en los que habitan los sufíes delsegundo relato, “La ver<strong>da</strong>dera enferme<strong>da</strong>d de la sheika” los sueños sonprecisamente los que guían la vi<strong>da</strong> de esta comuni<strong>da</strong>d a la que perteneceel escritor-personaje, Mario Bellatin. El sueño es esa instancia de visibili<strong>da</strong>dplena y, al mismo tiempo, indiscernible, en el que se debate su vi<strong>da</strong> juntoa la escritura de sus propios relatos y personajes. Por su lado, la religiónno es un camino seguro de fe y entendimiento, sino mas bien la puestaen suspenso de to<strong>da</strong> interpretación unívoca y ca<strong>da</strong> integrante está inmersoen sus propias ensoñaciones, sus propias du<strong>da</strong>s. Algunos buscan aferrarseal alma del otro para no estar solos en la travesía. Sólo ocasionalmente seproduce una comuni<strong>da</strong>d de creencias. La comuni<strong>da</strong>d, en definitiva, se nutrede una suerte de sole<strong>da</strong>d primordial inherente al sujeto que tanto la sustentaen el orden de la fantasía como también la amenaza.La cuestión de la visibili<strong>da</strong>d aparece dramatiza<strong>da</strong> en las otras dosnouvelles: “Mi piel luminosa” y “Un personaje en apariencia moderno”(con la primera se inicia el texto y con la segun<strong>da</strong> se cierra). La primera esla historia de un niño encerrado en una “Escuela Especial” que, tras elabandono de la familia por parte del padre y la posterior desposesión dela casa, es obligado por su madre, quien está loca, a ostentar sus genitalesen unas piletas públicas a cambio de objetos superfluos. El relato aséptico(no hay desborde o desmesura lexical) condensa, sin embargo, el estadofebril de los personajes. El inicio de tal excitación es el momento en que eldesalojo comienza a ser una figura amenazadora para to<strong>da</strong> la familia.“Un personaje en apariencia moderno” tiene como protagonista alpropio Bellatin que por momentos se trasviste de mujer-marioneta, quientambién es exhibi<strong>da</strong> por su padre y obliga<strong>da</strong> a actuar como tal para despertarespecialmente pie<strong>da</strong>d en los arren<strong>da</strong>tarios que los amenazan con el desalojo.Es precisamente la última actuación de la muñeca sobre los escombros120 ~ ~ 6.2 | 2007
Resenhasdel edificio destrozado que habitaba hasta ese momento su familia–constantemente los obligan a dejar los departamentos que ocupan hastaque finalmente derriban el complejo edilicio en el que viven – la que cierrael texto y lo carnavaliza sórdi<strong>da</strong>mente. Por un lado, entonces, el velo se hacorrido, no hay posibili<strong>da</strong>d de ocultamiento en estos niños; por el contrario,el espectáculo al que son expuestos bordea la locura de una aparente visibili<strong>da</strong><strong>da</strong>bsoluta, no hay marco, ni tela que señale un límite y una contención delsentido. La metonimia impide la simbolización de los cuerpos: los testículosdesmesurados, la falta de un brazo, el cuerpo deforme, son esas partes queexpuestas producen ansie<strong>da</strong>des extrañas en el otro y una fisura en lasubjetivi<strong>da</strong>d de las víctimas a las que se busca aniquilar (el hijo de “Mipiel, luminosa” será finalmente castrado por su madre y sometido a unproceso de infección hasta que finalmente muera).La ansie<strong>da</strong>d onírica de El gran vidrio se crispa por otro principiodesintegrador que se superpone al anterior (y que se encuentra encarnadoen la figura de los perros que aparece en “La ver<strong>da</strong>dera enferme<strong>da</strong>d de lasheika” y en la del horneador de cerdos de “Mi piel, luminosa”): un acechopermanente por parte de los otros es el índice de una amenaza. Pero unaamenaza que es a la vez exterior e interior de la propia subjetivi<strong>da</strong>d. Comoen Perros héroes, en El gran vidrio, es la posibili<strong>da</strong>d de una guerra indefini<strong>da</strong> (serasesinado por el otro) la que establece una relación de constantes sospechasentre los integrantes de la familia y la comuni<strong>da</strong>d. Los perros que vigilan yno du<strong>da</strong>n en atacar ante el menor atisbo de desconfianza, impregnan elambiente de un substrato fascista que se superpone a la narración del“horneador de cerdos”, activi<strong>da</strong>d por demás sugestiva (realiza<strong>da</strong> por el abuelodel niño de “Mi piel”). Las escenas de los perros que atacan y muerdenconfluyen con la imagen de horno, suerte de crematorio en el que el horneador,simpatizante de Mussolini, cocina a los cerdos (animal impuro para el Islam).Más tarde el propio horneador, atacado por la diabetes, sufrirá el cercenamientoen su propio cuerpo. A su vez, las piletas públicas, la Escuela Especial, loshospitales de El gran vidrio se llenan de enfermos, deformes y alienados.El control de los cuerpos y la enferme<strong>da</strong>d, la biopolítica, supone, a su vez,la vocación inmunitaria (crear anticuerpos, para evitar la enferme<strong>da</strong>d esnecesario una dosis de ella) cuyo fracaso se dramatiza en este texto.Por otro lado, estos cuerpos narran, sin nunca en ver<strong>da</strong>d narrar (nohay trama o argumento sino una escritura fluctuante, virtual y contradictoria:“es mentira que....” es una frase que se repite como un latiguillo para borrarlo que se dijo anteriormente) el horror de la ciu<strong>da</strong>d contemporánea; esdecir sus desperdicios. Del juego irreverente de El gran vidrio de Duchamp,a los complejos habitaciones de la tumultuosa Ciu<strong>da</strong>d de México hay, claro,una fractura epistemológica: los universos son necesariamente otros (elmundo del arte y el de la vi<strong>da</strong> no son los mismos, aunque pue<strong>da</strong>n iluminarsemutuamente). Sin embargo, el título de la novela de Bellatin es una granironía: El gran vidrio de los pobres de la ciu<strong>da</strong>d que han sido despojadosde sus vivien<strong>da</strong>s, ritualizan su desposesión en un espectáculo que na<strong>da</strong> lesbrin<strong>da</strong>, sólo la confirmación de su desposesión misma, intentando una mayorvisibili<strong>da</strong>d social, su inscripción en el entretejido urbano que los desplazahacia fuera o los invisibiliza. La indeterminación como rasgo predominantede la urbe es el rasgo articulador de las subjetivi<strong>da</strong>des, de los cuerpos (puroscuerpos o, mejor dicho, puras partes de los cuerpos) que deambulan porhospitales, hospicios o calles. La marginali<strong>da</strong>d es una marca en el cuerpoque ya no apunta a un territorio, sino que los va creando (o mejor dicho vacreando bordes) en los desplazamientos (“yo soy el borde” parecerían decir).El horror ante la ausencia de un territorio en donde inscribir una marca depertenencia lleva a esa pulsión por la repetición de la escena traumática: eldespojo, que se duplica en el despojo que a su vez realizan los padres con sushijos (despojo de ropas, los hijos convertidos en despojos, el despojo final delos genitales). Una suerte de performance que apunta a una redistribución delugares, identi<strong>da</strong>des, tiempos y espacios. Sin embargo, el tiempo de la historiaparece ya definitivamente quebrantando ante el retorno incesante de lo mismo.~ 6.2 | 2007~ 121
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