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SELVA VIDA

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<strong>SELVA</strong> <strong>VIDA</strong>: DE LA DESTRUCCION DE LA AMAZONIA AL PARADIGMA DE LA REGENERACION<br />

se celebra con cerveza de mandioca un encuentro con un apoochi y si se viaja no es<br />

extraño que los homónimos quieran compartir la canoa. Una madre llamará por el apelativo<br />

“hijo” a todo aquel que lleve el nombre de su hijo. Todo esto muestra en definitiva<br />

que los nombres son portadores de aptitudes, de agencia o incluso de intencionalidad,<br />

que se transmiten a través de las generaciones, de abuelos a nietos a través de los<br />

padres y se refuerzan por el tipo de vida que lleva el que los recibe. La onomástica<br />

es un ejemplo, quizá el más notable, de que la paternidad no es un hecho biológico<br />

irreversible y concretizado en el momento del nacimiento, sino el producto gradual de<br />

un esfuerzo constantemente requerido de los padres, y de los antepasados en general,<br />

por alimentar el crecimiento físico y social de sus descendientes.<br />

Corporalidad<br />

La noción de cuerpo ha sido traducida por los misioneros con el término vanótsi en<br />

lengua candoshi. Sin embargo, sería un error contentarse con esta traducción sin detenerse<br />

sobre su sentido preciso. Lo primero que se puede decir es que vanótsi designa<br />

la dimensión material del cuerpo, algo así como la carne. Un candoshi dirá vanótsi<br />

shrántina (quiero carne) para expresar su deseo de comer carne. Vanótsi se refiere<br />

en este sentido tanto a la base material del cuerpo humano como de todos los demás<br />

animales. No obstante, en lengua candoshi no se puede decir “cuerpo animal” para<br />

distinguirlo del cuerpo humano, porque en esta lengua no existe un concepto general<br />

para designar al conjunto de los animales. Esta constatación me lleva al núcleo del<br />

problema del estatuto de la corporalidad para los Candoshi. El concepto de vanótsi no<br />

se refiere al cuerpo en tanto que un organismo autónomo y que termina en si mismo.<br />

Este concepto hace referencia más bien a la dinámica de la materia. El cuerpo sería,<br />

en todo caso, menos la base física de un ser vivo que el proceso por el cual aparecen<br />

formas distintas en el entorno. La diferencia es sutil y puede parecer abstracta, pero<br />

sus consecuencias son mucho más concretas.<br />

En efecto, una de sus consecuencias es que la “corporalidad” no incumbe solamente<br />

a los organismos vivos. De alguna forma, toda dinámica es concebida en<br />

términos corporales. Así, distintas formas de movimiento de otras entidades del ecosistema<br />

son interpretadas utilizando un lenguaje basado en el cuerpo. Los ríos tienen<br />

brazos, cuerpos y cabezas, así como los árboles, los espacios de tierra, los vientos y<br />

las tormentas. Se han descrito numerosos casos etnográficos en Amazonía donde se<br />

demuestra que el cuerpo y, en particular, los términos que sirven para designar sus<br />

partes, son empleados no solo en el contexto de los seres vivos sino que para referirse<br />

a cualquier fenómeno del entorno. Sin embargo, esta proliferación de partes del cuerpo<br />

por todo el paisaje puede inducir a pensar que o bien el medio ambiente es un caos de<br />

elementos somáticos esparcidos sin orden ni medida o bien que un cuerpo, el humano<br />

posiblemente, es empleado como sistema de base que, proyectado a través de me-

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