SELVA VIDA
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<strong>SELVA</strong> <strong>VIDA</strong>: DE LA DESTRUCCION DE LA AMAZONIA AL PARADIGMA DE LA REGENERACION<br />
rrientes en 2006 y a las protestas generalizadas en toda la Amazonía en 2008 y, en<br />
especial, en 2009.<br />
Los Asháninka y la guerra interna<br />
En diciembre de 1989, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) secuestró<br />
a don Alejandro Calderón, presidente de Apatyawaka Nampitzi Asháninka Pichis<br />
(Anap), una federación base de Aidesep. Aunque su cuerpo nunca apareció, un lacónico<br />
comunicado del Movimiento señaló haberlo “sometido a juicio después de evaluar<br />
su comportamiento por los hechos del 65. Se lo encontró culpable” (Fernández y<br />
Brown 2001: 201). De esta manera, el MRTA anunciaba haberle dado muerte.<br />
El MRTA intentó darle validez al “ajusticiamiento” (así lo llamó) por haber don Alejandro,<br />
25 años antes, capturado y entregado al Ejército a Máximo Velando, uno de los<br />
líderes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que impulsó las guerrillas en<br />
el Perú en 1965 1 . Efectivamente, en su calidad de teniente gobernador de la zona, y<br />
seguramente muy presionado por la propaganda antisubversiva desarrollada por el gobierno<br />
de entonces, Calderón puso en manos del Ejército a Velando que se encargó de<br />
hacerlo “desaparecer”, al parecer, arrojándolo al vacío desde un helicóptero. Pero los<br />
argumentos del MRTA 2 fueron más allá al culparlo de haber colaborado “con el ejército<br />
en el asesinato del líder guerrillero […] y estar comprometido en la organización de<br />
grupos paramilitares”.<br />
La reacción de los Asháninka no se hizo esperar. Convocados y liderados por<br />
Alcides Calderón, hijo del desaparecido líder, poco tiempo después del secuestro y<br />
asesinato de Calderón, un número no determinado de Asháninka de la cuenca del<br />
Pichis y del Gran Pajonal tomaron Puerto Bermúdez, detuvieron a muchas personas<br />
acusándolas de haber colaborado con el MRTA y las sometieron, al igual que lo que se<br />
había hecho con su líder, a “juicio popular”. Hubo muchas ejecuciones aunque no se<br />
conoce con exactitud cuál fue la magnitud de ellas. Un contingente de indígenas armados<br />
con arcos y flechas y escopetas de caza mantuvo el control de Puerto Bermúdez,<br />
capital del distrito del mismo nombre y de la cuenca toda durante tres meses, vigilando<br />
la entrada y salida de la zona e imponiendo cupos de guerra. Poco tiempo después,<br />
este colectivo de gente armada se autodenominó “Ejército Asháninka”. Los grupos de<br />
poder locales (patrones, comerciantes y medianos hacendados) se retrajeron y buscaron<br />
el perfil más bajo posible durante el tiempo que duró la crisis.<br />
El contingente asháninka imperó en la zona durante varias semanas, mientras la<br />
prensa aprovechó para desatar su racismo hablando de indios feroces. Nada nuevo.<br />
El imaginario de siempre ubicado en un nuevo escenario. Conap, la organización rival<br />
de Aidesep, llevó adelante una campaña mediática acusándola a ella y a su base Anap<br />
de ser paramilitares, y en el camino implicó a ONG, a profesionales y a agencias de la<br />
cooperación internacional de manipular y financiar a los Asháninka levantados en armas.